TAN DE AYER COMO DE
HOY.
Todo
lo suyo es una incómoda invitación.
Nunca
está conforme.
Siempre
espera un poco más.
Permanentemente
nos está diciendo algo.
Excepcionalmente
nos habla directamente.
Debemos
interpretar sus signos y responder.
Constantemente
nos deja margen para la duda.
Es
tremendamente respetuoso de nuestra libertad.
Comprende
nuestras equivocaciones pero espera nuestra coherencia.
Nos
acepta tal cual somos pero nos anima a ser mejores.
Confía
en nosotros.
Cuenta
con nosotros.
Nunca
nos deja solos.
En
todo momento debemos buscarle.
Su
propuesta va a contramano con la mayoría de las propuestas.
No
mira lo que tenemos sino que tiene en cuenta lo que somos.
Más
que una doctrina para vivir nos dejó una postura ante la vida.
Lejos
de proponer una institución fomentó la fraternidad.
No
dijo lo que se quería escuchar sino lo que debía decir.
No
buscó el protagonismo sino que centró su vida en la fidelidad al que lo había
enviado.
No
se rodeo de doctos e instruidos sino en seres plenos de deseos de búsquedas.
No
esperó el encuentro de la gente sino que salió a su encuentro.
Hablaba
con lenguaje sencillo para que el que tenga oídos que escuche.
Sus
privilegiados fueron los más desposeídos.
Perdonó
pero invitó a un cambio.
Así
es Cristo.
Tan
de ayer como de hoy.
Tan
de sus contemporáneos como nuestro.
No
es un recuerdo que se prolonga.
No
es un espíritu que se evoca.
No
es una doctrina que se enseña.
No
es una doctrina que aliena.
Es
una persona que se continúa.
Un
ser vivo que quiere vivir en nosotros.
Son
actitudes que se continúan.
No
pretende fama o reconocimiento sino la auténtica liberación de todos.
Es
una vida entregada para y por la salvación.
Al
acercarnos a Semana Santa es bueno mirar a ese Cristo en el que creemos.
Un
ser que nos lanza al comprometido encuentro con nuestros hermanos.
Un
ser que no desea vernos de brazos cruzados.
Una
persona que no nos aparta del compromiso con la historia.
Celebrar
la Pascua es renacer en Cristo.
“El
que quiera seguirme que tome su cruz......”.
“Que
gracia tiene amar a los que te aman. Ama, también, a tus enemigos”.
“Felices
los que lloran........”
“Felices
los de espíritu de pobres.......”
“Ama
a tu prójimo como a ti mismo”.
“El
que quiera ganar su vida que la pierda”
“Si
el grano no cae en tierra no da fruto”
“El
mayor que se haga servidor de todos”.
“Yo
tampoco te condeno. Vete y no peques más”.
Tan
de ayer como de hoy.
Está
en cada uno de nosotros el deber de hacerlo vida.
No
entusiasmamos con hermosos discursos sino con un estilo de vida convincente.
Convertirse
a Cristo es mirar y revisar las actitudes concretas de la vida en su
relacionamiento con los demás.
Tú
no sos Cristo pero........ Él está en vos.
Padre Martin Ponce de
León. SDB