LA
FIESTA DE PASCUA
Padre
Pedrojosé Ynaraja
Dije un día que la primera inquietud
teológica que sentí y que me preocupé de solucionar preguntando a mi madre,
fue:
--Mamá, ¿la Virgen del Carmen es la
misma que la Virgen de la Merced?
Más que teológica debería llamarla
mariológica, pero ya está dicho.. Hoy refiero que mi
primera observación litúrgica, fue afirmar al ver un calendario: mira este año
Jueves Santo cae en jueves y Viernes Santo, en
viernes. Todavía escucho el eco de la carcajada familiar.
Y es que el tal Jueves
era el día de “visitar Monumentos”. Por lo menos cinco, si se quería ganar no
sé cuántas indulgencias. Íbamos de iglesia en iglesia, rezábamos y admirábamos
aquellas bonitas disposiciones de velas
y flores, alrededor de la Eucaristía solemnemente expuesta. Este ejercicio era
semejante al de visitar una feria de muestras, extasiándose y comparando los
stands.
El Viernes
era día de Via-Crucis y procesiones. Admirábamos los
pasos con el mismo pasmo que sentíamos al ver desfilar los cuerpos de ejército,
de una parada militar de las que por
entonces se estilaban. Al Sábado Santo se le llamaba de Gloria. Los cines
estrenaban películas, las salas de baile volvían a abrir sus puertas y los
fieles cristianos acudían a la parroquia en busca de agua bendita, que podían
poner en menudas pilas en el dormitorio para santiguarse antes de dormir o
dársela a las vacas, para que dieran mucha leche (recuerdo con exactitud el
nombre y situación de una masía, añadiendo que sucedía en 1957).
Aprendí cosas más sustanciales durante
el bachillerato. Ya en el seminario, me tocó asistir a las celebraciones de la catedral, en latín
por supuesto, que no entendía apenas. Al poco de cursar carrera eclesiástica, tuvimos
noticia de que el Papa, entonces Pio XII, había proyectado y ofrecía “ad experimentum” una Vigilia Pascual. En aquella época la
celebración de la misa era exclusivamente por la mañana, la de Navidad a las
doce de la noche, era su única excepción. Ahora esta liturgia se anunciaba para
el atardecer del Sábado. Recuerdo que suscitó poco
interés. Se trataba de una celebración voluntaria y de prueba. Traté y creo
conseguí asistir casi siempre.
Llegó el Concilio y sus documentos. La
Vigilia Pascual se institucionalizó. El entusiasmo de esta y otras renovaciones
ancló y se hizo patente principalmente entre la gente joven. La organización
entusiasta de las Pascuas Jóvenes fue maravillosa.
Tal vez, para asegurar su éxito, la
mayor parte de ellas acontecían en lugares algo apartados que suponían la
permanencia en el mismo lugar durante todo el Triduo Sacro, cosa muy acertada.
Sin que se exigiera edad, los adultos se sentían algo incómodos y eran pocos
los que se unían. No estaban preparados para cierta música, guitarras, gestos y
ritmos nuevos. Pienso que aquel entusiasmo se ha ido apagando. Aquellos
organizadores y los organizados, han dejado de ser jóvenes y no se atreven a
convocarlas.
Nosotros, en La Llobeta,
definíamos y fuimos fieles a la siguiente precisión: era una Semana Santa
centrada en la liturgia, abierta a todos y animada principalmente por jóvenes.
Diversas circunstancias han cambiado,
no es la mínima que en la actualidad se celebre misa a cualquier hora del día y
por tanto la Vigilia Pascual, para muchos, sea simplemente una misa vespertina
un poco diferente a las demás a una hora incomoda y, en algunos casos,
desacertada (continuaré).