JESÚS UNA PERSONA
CERCANA
No
siempre es fácil poder imaginar a Jesús entre la gente de su pueblo.
En
primer lugar, creo, hemos de tener visiones bastantes disímiles.
Quizás
porque cargamos con toda una tradición que se ha empeñado en mostrarnos a Jesús
desde la visión de muy diversos artistas.
En
diversas oportunidades he manifestado mi rechazo a las presentaciones de un
Jesús totalmente “almibarado”.
Tratando
de dignificar la figura de Jesús nos lo han mostrado como una persona que
parece demasiado distante porque rodeado de una inmensa solemnidad.
Tanta
solemnidad que parece ser un personaje que estuviese representando,
constantemente, un solemne papel.
Tan
distante que muchísimas veces parece como que los demás no se animan a
acercarse hasta Él.
En
diversas oportunidades he manifestado el hecho de pensar que Jesús debe de
haber sido un personaje con un buen carácter.
Sin
lugar a dudas no era ni un títere ni un “pelele”.
Era
un personaje que tenía un inmenso poder de comunicación y sabía utilizar al
mismo.
Su
lenguaje es sencillo y habla utilizando ejemplos que pudiesen ser entendidos.
Los
hechos más sencillos se transformaban, desde sus palabras, en una constante
referencia al Padre Dios.
Sus
contemporáneos no lograban realizar ese salto sino que se quedaban en los
hechos narrados o los aplicaban, directamente a Jesús.
No
es porque no supiese comunicarse sino que buscaba ser un instrumento que
acercase al pueblo al Padre pero la mayoría de la gente, por no decir la casi
totalidad, estaban interesadas en otras cosas mucho más mundanas que el Padre
Dios.
Me
imagino a Jesús como una persona muy cercana y dejándose cercar por la gente.
Tan
así que en diversas oportunidades se valió de diversos artilugios para tener
algunas oportunidades para momentos de soledad.
Por
esa cercanía debe de haber sido un personaje muy cálido en su trato con todos.
Salvo
cuando sus interlocutores eran aquellos a los que no toleraba su hipocresía o
su atadura al cumplimiento estricto de la ley.
Sin
duda que Jesús era un trasgresor de muchas costumbres contemporáneas.
No
tenía inconveniente en tocar a un leproso o a un muerto cosas que eran
consideras impuras y, por lo tanto, hacedoras de seres impuros.
No
ponía reparo alguno en que un grupo de mujeres le acompañaran en sus caminatas.
Sin
lugar a dudas esa calidez debe de haber sido razón para que muchos realizasen
prolongadas caminatas siguiéndole.
Una
de las características que debe haber tenido Jesús era su sonrisa.
Una
sonrisa amplia y de blancura cálida.
Una
sonrisa plena de sintonía y compasión para con quienes se acercaban hasta Él.
Una
sonrisa que hablaba mucho más que sus palabras.
Una
sonrisa que no hacía otra cosa que reafirmar esa autoridad con la que solía
transmitir desde sus palabras.
Otra
de las características de Jesús debe de haber sido su alegría.
En
más de una oportunidad debe de haber disfrutado con las caras de los discípulos
ante sus ocurrencias.
Mucho
debe de haber disfrutado viendo la cara de sus discípulos cuando, ante la muchedumbre
que le acompañaba desde algunas jornadas, les dijo “Denles ustedes de comer”
Por
otro lado no podemos olvidar que Jesús era un comunicador desde los caminos o
desde las casas de sus amistades.
Se
me hace suponerlo como un personaje que no tenía mucho de formal o de
protocolar.
No
puedo suponerlo cargado de solemnidad sentado a la vera de algún camino.
Me
cuesta compaginar la imagen de Jesús solemne con el polvo de los caminos
adherido a su ropa y a su cuerpo.
Personalmente,
creo, resulta mucho más exigente un Jesús cercano, cálido y de honesta sonrisa
que un Jesús pleno de solemnidad y distancias.
Padre Martin Ponce de
Leon S.D.B