"Queremos ver a Jesús"
P. Fernando Pascual
15-3-2018
Primer siglo de la era
cristiana. Unos griegos se acercan a Felipe y le dicen: "Queremos ver a
Jesús". Felipe se une a Andrés, y los dos juntos van con el Maestro para
comunicar la petición (cf. Jn 12,20-22).
)Hay también hoy "griegos"
que quieren ve a Jesús? Sí: también hoy millones de
personas buscan al Maestro que vino de Nazaret. No podemos escuchar con
indiferencia su reclamo.
"(Mirad a vuestro alrededor! )No escucháis el inmenso clamor
de tantos hombres y mujeres, de todas las condiciones, de todas las razas, de
todas las edades, que hoy más que nunca parecen decirnos, incluso cuando no
formulan explícitamente ese deseo: 'queremos ver a Jesús'?
(Jn 12,21)" (Juan Pablo II, Natal,
Brasil, 13 de octubre de 1991).
El "queremos ver a Jesús"
resuena en los países que se llaman "cristianos" y que necesitan con
urgencia una nueva evangelización.
Resuena también en las
naciones que casi no han escuchado la Buena Noticia, por lo que aún están
esperando que lleguen los pies del mensajero que anuncia la paz, la salvación,
la justicia.
La mirada del hombre de hoy,
tan amante de lo sensible, de lo cercano, de lo "real", se dirige
hacia personas concretas que encarnen en la polifonía de nuestras sociedades la
posibilidad de Dios, su presencia como Salvador.
Los consagrados, religiosos y
sacerdotes deben ser "cristóforos",
portadores del Mesías. Continuaba San Juan Pablo II en el discurso antes
citado: "(Queremos ver a Jesús en la
persona y en la vida de sus sacerdotes! (...) Los
hombres tienen necesidad de ver, ante todo, la santidad de Cristo reflejada en
los sacerdotes".
Al grito del hombre que busca
debe corresponder la respuesta del sacerdote y del apóstol que testimonian.
El hombre moderno cree más a
los testigos que a los maestros, según la famosa fórmula usada por Pablo VI y
recogida por otros Papas. Por eso es más acuciante la exigencia de unir
santidad y mensaje, de poder actuar como pasarelas entre Dios y los hombres
sólo y en cuanto realmente existamos en Dios.
Evangelizar es un programa
urgente al que tender y por el que trabajar. Es una posibilidad realizada en la
historia. Cristo, como Cabeza, empezó la tarea. Los apóstoles siguieron sus
huellas como testigos en sus palabras y en su sangre. Tras ellos caminan los
santos que han evangelizado las generaciones humanas.
Miles de hombres y mujeres
trabajan, también hoy, en la difusión del Evangelio. Gracias a su esfuerzo,
otros empiezan a creer. Es entonces cuando los obreros de la mies pueden escuchar
con gozo lo que escuchó una samaritana del siglo I: "Ya no creemos por tus
palabras, pues nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente
el Salvador del mundo" (Jn 4,42).