La Vigilia pascual es una vela

Padre Pedrojosé Ynaraja

En un artículo anterior, después de referirme a la instauración de la Vigilia Pascual en tiempos del Papa Pio XII y posterior evolución, decía que: “diversas circunstancias han cambiado el entorno, no es la mínima que en la actualidad se celebre misa a cualquier hora del día y por tanto la Vigilia Pascual, para muchos, sea simplemente una misa vespertina algo diferente a las demás”. Me refería en otro lugar a la duración, que nunca entre nosotros había sido inferior a las cuatro horas. Continúo hoy.

Copio textualmente lo que dice el Misal Romano referente al tema: “Según una antiquísima tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor. Los fieles, tal como lo recomienda el Evangelio, deben asemejarse a los criados que, con las lámparas encendidas en sus manos, esperan el retorno de su Señor, para que cuando llegue les encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa…La Vigilia de esta noche, que es la mayor y más noble de todas las solemnidades, ha de ser una sola en cada iglesia…Toda la celebración de la Vigilia pascual debe hacerse durante la noche. Por ello no debe escogerse ni una hora tan temprana que la Vigilia empiece antes del inicio de la noche, ni tan tardía que concluya después del alba del domingo”

¿Qué es una vela? No podemos ignorar la oración del Señor en Getsemaní. El prólogo en el Cenáculo, relato, comida e himnos continúa en plegaria de extrema intensidad que le lleva a una situación de agonía anímica y que se manifiesta en la postración y el sudor teñido de sangre, para prolongarse en el prendimiento, primer interrogatorio, paliza y abandono solitario encarcelado. Sublime vela.

En la cultura occidental, la expresión vela nos retrocede a tiempos remotos, a la de armas de los aspirantes a caballero. Copio textualmente de Wikipedia: “comenzaba con una vela de armas en la iglesia, la noche anterior, y luego se efectuaba la ceremonia propiamente dicha, con una misa de comunión, y la recepción de la espada, espuelas y una cota de malla”

Para algunos de nosotros, la palabra vela nos recuerda la reunión scout con los más íntimos, alrededor de la hoguera, repasando juntos la vida, especialmente en el tiempo que se había vivido dentro del movimiento. La aportación de los otros, ayudando con sus opiniones y consejos, a que la mejorase. Noche de vela inolvidable. Al salir el sol, recibidas las insignias, marchaba uno sólo, caminando todo el día, también en solitario. Dormía en descampado y templado en esta experiencia, al día siguiente se incorporaba a la vida social. ( que en muchos sitios a la tal ceremonia se llama partida).

Vuelvo a recordar que celebrar la Vigilia Pascual no es obligatorio.  Los inicios de esta liturgia coincidieron con mi incorporación a la clerecía. Recuerdo que los entusiasmos que sentíamos los que por entonces éramos jóvenes, no correspondían con lo que pensaban los de mayor edad y antigua formación, pero ¿Quién por entonces se atrevía a llevar la contraria al Vaticano?

Considero que la actual inflación de tales celebraciones, prácticamente en casi todas las iglesias, ha contribuido a que pierda calidad. Pienso y opino que tal vez debería plantearse de otra manera. No hay que ignorar la facilidad de desplazamiento de hoy en día. Imagino, pues, que se escoge una iglesia bien situada respecto a las distancias que la separen de los pueblos a los que se convocan y en que no haya dificultad para aparcar. No es preciso que los celebrantes y los demás asistentes sean personas selectas, escogidas, instruidas, miembros de alguna distinguida coral y de seria adhesión a la Fe Católica. Lo que si es necesario es que unos y otros estén entusiasmados y sean capaces de contagiar este entusiasmo a los que convencidos o no, llegan expectantes al lugar.

Según las normas litúrgicas la celebración ocurre en dos espacios. La primera parte en el exterior. Se trata de una liturgia alrededor del fuego, de poca importancia en sí, pero pedagógicamente considerada, de un valor sin par. Dado que tal vez las ordenanzas locales no permitan encender fuego y que con frecuencia la iluminación pública, le quitaría protagonismo al fuego, desde hace años nuestra costumbre es la siguiente (y las indicaciones del misal lo permiten). Situados a la entrada del recinto, cuando estamos a punto, se apagan las fuentes de luz. Quedamos completamente a oscuras. Tal es la situación, la desorientación, del hombre carente de Fe, advierto en tono confidencial.

En un recipiente de cobre, grande y digno, se ha vertido alcohol. Ahora se enciende, pese a haberle incorporado sal, la luz es tenue, suficiente símbolo de la incorporación de Dios a la historia humana. Penumbra. Alguien, de esta perpleja llama, enciende el cirio pascual, después las de los asistentes. El ambiente ha cambiado de tono, el pequeño fulgor de cada uno se suma dando un tono cálido a la totalidad del local. Sonríe la mayoría. Dios ilumina, la comunidad lo goza compartiendo.

El tono del pregón es solemne, casi atronador. Importa que con anterioridad se haya explicado el estilo literario, único texto occidental bucólico y sus contenidos religiosos.

Advierto a continuación que vamos a pasar un largo rato entretenidos o aburridos, allá cada uno. Algo así como quien va al aeropuerto a esperar la llagada de un ser querido que viene de lejos y que no quiere perderse el primer momento para recibirlo y abrazarlo.

Cuando en la proclamación del evangelio se escucha: HA RESUCITADO los chiquillos que esperaban ilusionados este momento se han puesto a aplaudir frenéticamente, los demás les imitan. Desde ahora el entorno ha cambiado.

Cuando hay bautizos la celebración gana en solemnidad, no digamos si se trata de adultos. Desde antiguo el rito es por inmersión, mucho más expresivo. Lamento que últimamente no se celebre este sacramento en este instante. Es señal de la falta de esperanza y del entusiasmo al que me refería antes.

Nos trasladamos al altar. Confieso que mientras estamos ocupados preparando el altar con las ofrendas, en algunas ocasiones, se ha acercado alguien diciéndome: quiero comulgar, quiero confesarme. ¿pero, ahora?, les he dicho ¿Es que quieres que no comulgue o que haga un sacrilegio...? (pecados litúrgicos de estos, he cometido más de uno esta noche…)

Que lo más excelso y sublime sea la Eucaristía, nadie lo duda. Celebrada con solemnidad y rectitud, no necesita explicaciones.

He descrito nuestra vela, espero sea útil para algunos.

Pasan los años, treinta o cincuenta, y todavía me encuentro con personas que vienen a saludarme y decirme que nunca olvidan aquellas pascuas…