Avances y retrocesos
P. Fernando Pascual
20-3-2018
Ideas como avanzar o
retroceder se construyen sobre otras ideas, como la idea del progreso.
Se avanza cuando las
decisiones van hacia una dirección que implica mejoras, en las personas y en los
grupos. Se retrocede cuando ocurre lo opuesto, cuando se producen daños y
empeoramientos.
Lo anterior, a su vez, supone
conocer lo que pasa, y ser capaces de juzgar sobre los sucesos según puntos
valorativos, que permitirían distinguir entre lo mejor y lo peor, entre avances
y retrocesos.
Los problemas surgen ante el
pluralismo y los cambios de perspectiva a lo largo del tiempo. Para algunos
grupos musulmanes, hay avance y progreso cuando se impone la Sharia a todo el Estado. Para un liberal lo anterior sería
visto como un retroceso.
Otro ejemplo, entre los muchos
que pueden ponerse. Para quien desea mejoras en los transportes construir más
carreteras puede suponer un notable avance. Para quienes defienden los bosques
y los prados y un estilo de vida más sobrio tales carreteras serían un
retroceso.
La lista de ejemplos podría
multiplicarse, y muestra que no todos tenemos una idea clara de lo que
signifique progresar o ir hacia la decadencia. Lo cual no significa que no sea
posible buscar buenos fundamentos para tal idea.
No podemos quedar atorados en
la incerteza. Hace falta recuperar la confianza en la inteligencia para
identificar lo que sea mejor para nosotros y para las generaciones futuras, no
solo en lo que se refiere a la vida económica, sino también respecto a las
demás dimensiones que caracterizan al ser humano.
La filosofía, en ese sentido,
tiene mucho que decir, si se lleva a cabo de modo serio y sin sofismas o
manipulaciones que aparten de la verdad. Será, desde luego, una filosofía
convencida de sus propias posibilidades, pero también consciente de los
obstáculos que impiden pensar bien y actuar correctamente.
En medio del frenesí del mundo
moderno, hace falta identificar parámetros válidos que nos permitan separar lo
bueno de lo malo, el avance del retroceso, lo caduco respecto de lo que nos
abre al horizonte más importante para cualquier vida humana: el que nos permite
avanzar hacia el encuentro con Dios y a acoger a los demás según el criterio
del amor verdadero.