Vegetales
y Biblia: anémona
Padre Pedrojosé Ynaraja
Moviéndome por el terreno que circunda
la casa de unos amigos, en el que la ama de casa ha
salpicado plantas que florecen estos días primaverales, me ha llamado la
atención una despampanante corola roja. Me ha parecido en un principio que
pudiera tratarse de la “papaver somniferum”,
adormidera, planta del opio, que he visto por muchos sitios, algún año incluso
en el mismo Getsemaní, pero no, de ninguna manera, le faltaba la característica
pelotita donde a la semilla le rodean las paredes que segregan la droga
narcótica.
SÍMBOLO
DE LA CUARESMA
Me decía mi amiga que ella plantaba el
bulbo y cada año brotaba la platita con su única flor, permanecía unos días y
se mustiaba a continuación, desapareciendo al poco, en espera de otro año, que
volvería a su ciclo vital. Me he fijado que junto a la brillante y llamativa
flor roja crecían otras semejantes, pero de diversos colores. He pensado
entonces que eran símbolo de la Cuaresma que acabamos de dejar. Rojo de Ramos y
Viernes Santo, rosado del IV o laetare, morado del
conjunto cuaresmal. Y cada año se repite igual pero muy viva, pensaba para mis
adentros como el santo tiempo de cuaresma.
En la Biblia no, no aparece la anémona,
estaba convencido. De todos modos he sacado una foto, por si acaso, me parecía
recordarla entre las imágenes de mi baraja bíblica. En llegando a casa he
querido comprobarlo. Pues, sí, una carta la reproducía. Ahora bien, la cita,
como en otras ocasiones ocurre, no correspondía para nada a nuestra flor.
RÉFLEX
EN MANO
He vuelto coger el coche y en un cuarto
de hora volvía a estar en la casa de mis amigos, esta vez con una réflex y he
sacado diversas fotos que ahora ofrezco. Es una planta típicamente
mediterránea, pudo verla Jesús cuando se trasladó, por lo menos una vez, al
norte, a la vera del Jordán, camino de sus fuentes, por los terrenos de Cesarea de Felipe, en el lugar hoy llamado Panias o Banias. Lo pienso y me
complace imaginarlo, como tantas veces, pensando en que las contemplaba. El
Maestro no fue indiferente a la belleza de la naturaleza, nos lo recordaba
cuando decía: Fijaos en los lirios, cómo ni hilan ni tejen. Pero yo os digo que
ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. (Lc
12,27)
DE UN
ÚNICO COLOR
Nuestra anémona en tiempos bíblicos
sería probablemente de un único color. El Señor quedaría maravillado al verlas,
agradecidas las preciosas flores y satisfechas de que alguien tan preclaro las
observasen, se dispusieron a gratificárselo variando su color, tornándose
cuaresmales, digo yo.
El texto que propone la baraja, nuestra
traducción de la Biblia de Jerusalén lo dice así: Una voz dice: « ¡Grita! » Y
digo: « ¿Qué he de gritar? » - « Toda carne es hierba y todo su esplendor como
flor del campo. La flor se marchita, se seca la hierba, en cuanto le dé el viento
de Yahveh (Is 40,7).
EL MUNDO
VEGETAL ES GENEROSO.
Yo sé que no en todos los sitios ocurre
así, pero por donde yo me muevo habitualmente, cuenca mediterránea, durante
todo el año veo flores. Diminutas cuando hace mucho frío, en cuanto apunta la
primavera el almendro se despierta y florece antes de que salga hoja alguna. En
el suelo, y por pocos días, la humilde violeta se abre y perfuma suavemente.
Vendrán a continuación todos los demás, casi ninguno deja de florecer y ofrecer
su fruto. Alguno, muy pocos, son tóxicos, aunque resulten casi siempre aprovechables
para diferentes provechos que no son alimenticios, pero tal vez sí médicos. El
mundo vegetal es generoso. Sin que sepamos comunicarnos con él, no deja de
ofrecernos generosamente sus riquezas.