La neblina del futuro
P. Fernando Pascual
7-4-2018
Al tomar decisiones tenemos
presente una cierta idea sobre el futuro. Una idea no muy clara, con dudas ante
tantas variables que pueden ocurrir.
Mañana iré al ayuntamiento a
arreglar papeles. Será posible si no hay retraso de autobuses, si no hay colas
largas, si el funcionario actúa sensatamente.
La próxima semana iré a
visitar a un familiar que vive lejos. Todo depende de los horarios de trenes,
de las tarifas, y de si evitaré una gripe inesperada.
La lista de factores y
variables es enorme. Por eso el futuro aparece envuelto con una neblina ineliminable, que nos inquieta y casi nos paraliza.
Sin embargo, hay que tomar
decisiones. Uno no puede vivir prisionero ante tantas incertezas. Gracias a Dios,
muchos proyectos "triunfan" porque las cosas salen más o menos bien.
Otras veces, surgen factores
nuevos que hacen cambiar todos los planes. En ocasiones, ello nos provoca una
gran pena: no pudimos llegar a tiempo para ver a un amigo antes de su muerte.
En otras ocasiones, sentimos
un alivio sorprendente: haber llegado tarde al aeropuerto hizo que aquella
pareja perdiera un avión que luego se estrelló aparatosamente...
Así es la vida, un continuo
camino con decisiones rodeadas de sorpresas, que parecen amenazar nuestros
deseos de que las cosas salgan como teníamos previsto.
No siempre las sorpresas serán
dañinas, aunque en ocasiones nos dejarán desconcertados. Al final de la vida,
comprenderemos un poco que entre tantas nieblas y contratiempos, se iba
escribiendo una historia que tiene un final feliz si buscamos amar a Dios y a
los que caminan a nuestro lado...