Dos niños heridos en culturas diferentes

P. Fernando Pascual

15-3-2018

 

Dos niños se hicieron un profundo corte en una pierna. Hubo infección, y ambos murieron. El primero vivía en una ciudad moderna y en una familia con rédito normal. El segundo vivía en un poblado indígena aislado.

 

En algunos países la primera muerte podría ser motivo de un proceso legal, si se descubre que los padres no acudieron al médico ni usaron los métodos normales de desinfección.

 

La segunda muerte sería "juzgada" según las reglas de la tribu, y quizá no habría mayores consecuencias. Aquel hijo habría muerto porque resulta normal que uno muera en el poblado por ese tipo de heridas.

 

¿Por qué muchos suponen que los padres en el primer caso tenían una obligación grave de intentar la curación del hijo, mientras que en el segundo caso no habría culpabilidad si no se buscan métodos modernos?

 

Se responderá que si existen medios curativos y son conocidos y asequibles, habría una obligación de recurrir a ellos, mientras que en el poblado indígena no se darían las circunstancias que creasen tal obligación.

 

Pero alguno podría preguntar: ¿por qué en un mundo tan comunicado como el nuestro todavía existen poblaciones aisladas de todo progreso, incluso con leyes que impiden a sus habitantes el acceso a la información y a la medicina moderna?

 

La respuesta no resulta fácil. Hay quienes defienden que sería mejor dejar a ciertas tribus en su aislamiento, por ejemplo en zonas de la selva amazónica, y critican a cualquiera que intente alterar el estilo de vida de esas personas para "imponerles" o simplemente "proponerles" objetos y saberes "occidentales".

 

Sin embargo, esa postura resulta discutible, pues estaría unida al presupuesto según el cual ofrecer un progreso técnico, como los alcanzados por la medicina moderna, dañaría a un grupo humano, cuando en realidad permitiría mejorar el nivel de vida de la gente y evitar muertes como la del niño herido en el poblado.

 

Por eso, en un mundo donde el saber bien aplicado permite el acceso a mejoras importantes para la salud y la convivencia de la gente, levantar ciertos muros aislacionistas que impidan a algunos pueblos tener la oportunidad de usar tales mejoras es no solamente problemático, sino que encierra una grave dosis de injusticia.

 

Ciertamente, quien busca imponer a otros un cambio de vida contra convicciones aceptables y basadas en la búsqueda del bien verdadero resulta no solo problemático, sino injusto.

 

Pero sin imposiciones que atenten contra ideas correctas de un pueblo aislado, es posible derribar muros aislacionistas y promover puentes que dejen espacios, al menos, a conocer no solo técnicas que ayuden a salvar vidas, sino saberes que permiten una sana autocrítica sobre las reglas adoptadas por cada cultura.