LETANÍA
DE PEDIDOS
Estábamos en plena
celebración de la misa cuando llegó.
Su voz es demasiado
característica y peculiar lo que hace el solo escucharle sea su carta de
presentación.
Se abrió la puerta y con su
tono lacrimoso dijo: “Padre querido”
Uno de los presentes hizo
señas de ir a atender.
Cuando escuchó la voz de
detuvo y dijo: “¿Sabe quién es?”
Le dije que le dijese
estaba en misa y hasta que ella terminase no podría atenderlo.
Manifestó esperaría y
siguió a quien lo había atendido.
Ni bien entró comenzó con
su letanía de necesidades.
Su madre, con quien vive,
ha manifestado que su hijo pide por pedir y que no necesita nada de lo que
pide.
Pese a eso siempre logra
llevar algo por una cuestión de insistencia.
Ni bien se sentó se puso a
llorisquear (cosa que realiza con increíble facilidad). Sus lágrimas no son creíbles
ya que, en su llanto, se detiene para
volver a llorar minutos después.
En una oportunidad, entre
llanto, le contó a una señora que le habían pegado en un determinado lugar de
la ciudad. Junto con el fin de su relato se terminaron sus lágrimas hasta que
me vio y volvió a llorar para hacerme el mismo cuento pero cambiando el lugar
donde le habían pegado.
Sin duda posee un magnífico
poder para manejar sus lágrimas.
Cada tanto reiteraba su
letanía de cosas que precisaba. Ropa, calzado.
En un determinado momento
se utilizó agua para purificar la copa y él añadió el pedido de agua bendita
para él y su madre.
Al retirarse añadió el
pedido de comida ya que los remedios que toma le hacen hinchar el vientre al
que no le introduce alimento.
Todo lo suyo es un
prolongado e insistente pedido.
Lo he encontrado en
diversos puntos de la ciudad y siempre se encuentra pidiendo en algún lugar.
Ha de tener algún nombre su
conducta ya que no pide por avivado, como algunos, sino que lo suyo es producto
de una enfermedad.
Si algo tiene su conducta
es el lograr que uno quede mal.
Son muchas las veces que se
le debe decir que no se tiene tal cosa que uno queda mal.
Son muchas las veces que
uno de escucharlo llorar y ello hace que uno quede mal.
En una oportunidad le dije
que viniese el lunes a ver si le conseguía algo (supongamos era un miércoles)
todos los día se hacía presente para preguntar si faltaba mucho para el lunes.
En otra oportunidad le dije
que la señora venía a las cuatro y le pidiese a ella (supongamos que eran las
dos) cada pocos minutos sonaba el timbre y era él preguntando cuánto faltaba
para las cuatro.
Lo que más llama mi
atención (aparte de sus lágrimas) es que vive en un extremo de la ciudad y
recorre la misma con su letanía de pedidos.
Nunca precisa una cosa.
Siempre son muchas las cosas que pide y sus pedidos aumentan a medida va viendo
algo.
Su letanía puede ser
interminable.
Su letanía resulta
agotadora puesto que a medida uno lo escucha se pregunta si no será que
verdaderamente necesita.
Gracias a Dios su presencia
por la parroquia se limita a una vez al mes. Eso sí, siempre tiene la
interminable letanía de sus pedidos.
Padre
Martin Ponce de Leon, S.D.B