CADA
DÍA SU AFÁN
Diario de León
LA
CLASE MEDIA DE LA SANTIDAD
“El Señor lo pide todo, y lo que ofrece
es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere
santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada,
licuada” Así suena el comienzo del documento Gaudete et Exultate sobre la llamada a la santidad
en el mundo actual.
Tal es el título de esta exhortación
apostólica del papa Francisco publicada el lunes 9 de abril de este año 2018.
Al parecer, no ha suscitado reacciones apasionadas. No ha faltado quien ha
comentado que, “con lo que está cayendo”, el Papa se descuelga con una carta
para invitarnos a todos a aspirar a la santidad.
Si la Iglesia habla de Dios se la
critica porque parece ignorar los dolores de la humanidad. Pero si la Iglesia
alza su voz para promover la justicia, los que quieren controlar la plaza
pública la invitan a que se limite a hablar de Dios. Como si a Dios le fuese indiferente
la losa que aplasta a sus hijos.
El Papa nos recuerda que hemos sido
llamados a ser santos. Los santos no son solo los canonizados. Son también los
vecinos de “la puerta de al lado”. El Papa quiere retratar a “la clase media de
la santidad”. Esa santidad que se alcanza y se manifiesta en los pequeños
gestos de cada día. Tan importante es la oración como el servicio a los demás.
Es importante espantar un prejuicio
habitual: “No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o
alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando
te creo y serás fiel a tu propio ser” (n.32). Es importante esa llamada a la
coherencia, a ser fieles a la honda verdad de lo que somos, cuando no llevamos
puesta la máscara.
Francisco nos avisa sobre los dos
enemigos de la santidad: el gnosticismo y el pelagianismo. El primero aparece
en quienes aspiran a una espiritualidad sin Dios, a un Dios sin Iglesia, a una
Iglesia sin pueblo. Y el segundo a quienes buscan la perfección apoyándose en sus solas fuerzas y se suben al podio de su
perfeccionismo.
Para llegar a la santidad, no hay otro
camino que el de las bienaventuranzas: “En ellas se dibuja el rostro del
Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras
vidas”. Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús son como el carnet de
identidad del cristiano (n.63).
La llamada a la santidad se nos dirige
en este mundo concreto. El Papa no deja de señalar siete actitudes
imprescindibles para este tiempo, como el aguante, la paciencia, la
mansedumbre, la alegría, el sentido del humor, la audacia y el fervor. La
oración y la ayuda de la comunidad pueden facilitar su ejercicio.
Y como el ambiente lo requiere, habrá
que ensayarse para practicar esa vigilancia que nos ha de mantener despiertos y
confiados, a la vez. Que el Señor nos conceda el don precioso del
discernimiento para no desviarnos del camino.
José-Román
Flecha Andrés