ESPERANZA-ANGUSTIA
Padre
Pedrojosé Ynaraja
Preparaba la redacción de esta segunda
parte referente a la Esperanza, cuando leo que el Papa Francisco ha dedicado
una de sus catequesis a los profetas de la Esperanza. No he querido leerla, la
he pasado a impresora y lo haré cuanto por hoy ponga punto final a este.
Vaya por delante que, dado que es una
virtud sobrenatural, deberá asentarse sobre los cimientos de la oración, la
limosna y el ayuno. De otro modo sería casa edificada sobre arena de la que
habló el Señor. Y es bueno advertirlo, para que no se confunda de ningún modo
con el optimismo, cualidad puramente espiritual, más bien temperamental. Habrá
Esperanza, vuelvo a repetir, si hay oración. Y Peguy
fue buen ejemplo de ello. Sus circunstancias personales no le permitían
comulgar y como lloraba y se avergonzaba de ello, rezaba en ermitas solitarias,
hasta que le llegó el día de la Gracia.
Peguy dice que la Esperanza es una preciosa
chiquilla que marcha de la mano de sus dos hermanas mayores: la Fe y la
Caridad. Todos sabemos que una chiquilla puede tener ocurrencias e intuiciones
que a ningún sesudo adulto se le ocurren.
Y tal como tenía proyectado, copio
ahora este famoso soneto anónimo que gustaba tanto a Unamuno de tal manera que,
equivocadamente, algunos han dicho que era el autor.
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de
ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme
tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
El autor, tal vez Juan de la Cruz o
Teresa de Ávila, o Unamuno ¿eran gente de Esperanza? Jesús en la cruz: Dios
mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? ¿había
perdido la Esperanza?