ESPERANZA-ESPÍRITU SANTO

 

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

Tengo en mi mente la celebración de Pentecostés y no puedo dejar de relacionarlo con el tema al que me ocupo.

 

Profesamos nuestra Fe en un único Dios Trinitario. Atribuimos la existencia y creatividad a Dios Padre. Aquí nos sentimos unidos a tantos hombres que, de una manera u otra, creen en Dios, en un ser trascendente, desde una actitud religiosa o no, cristiana o de otro culto. Y hasta, de alguna manera con los que, sin aceptar realidad personal de la divinidad, reconocen situaciones reales superiores. Pienso en el budismo.

 

Atribuimos la salvación, la pedagogía que nos conduce hacia el bien y la bondad sobresaliente de su testimonio, a Dios-Hijo. La personalización de la Caridad. Y nadie que conozca su vida se atreverá a negarlo.

 

¿A quién toca la Esperanza? Hoy mi mente daba vueltas a una realidad empresarial de gran importancia: la logística. La aparición de esta nueva responsabilidad corporativa. Conocemos el quehacer de un jefe de personal, o el del que dirige el laboratorio de I+D+I, o el de la contabilidad, o el del control de la fiscalidad, pero ¿qué pinta un logista en el conjunto? No tengo estudios de ciencias empresariales y no expondré, pues, nada de esta materia. Algo cada uno sabrá o intuirá, y basta. Ha sido entonces, de repente, que se me ha ocurrido que al Espíritu Santo podríamos llamarle el Divino-Logista. De inmediato me ha parecido que pudiera ser una profanación llamarle así, pero me he creído salvado de blasfemia, al recordar que en tradicional teología y hasta en lenguaje bíblico, a la Tercera Persona llamamos Paráclito, vocablo griego que, en lengua vulgar actual, no sería muy equivocado traducirlo por logista.

 

 Aquel que estará con nosotros siempre: el Espíritu de Verdad “(Jn 14, 16). La palabra griega se traduce como consejero. “parakletos”, literalmente significa aquel que es invocado. Por tanto, mediador, el defensor, tareas de logista.

 

Si logista es esperanza para cualquier empresa, el Espíritu Santo es Esperanza nuestra.