Evangelios mutilados
P. Fernando Pascual
18-5-2018
El Evangelio es como una
espada que invita a cada ser humano a afrontar su situación y a pasar por una
puerta estrecha para recibir la nueva vida.
Existe, sin embargo, el
peligro de tener miedo a esa nueva vida, porque las ataduras del mundo y de la
carne paralizan los corazones.
Entonces resulta fácil
buscarse evangelios mutilados, en los que ciertas páginas, frases o palabras
queden bajo silencio, por incómodas y difíciles.
Así, por ejemplo, uno dejará
de lado todo lo que se refiere a la fidelidad matrimonial y al adulterio, para
exaltar los aspectos más simpáticos de las enseñanzas de Jesús.
Otro preferirá borrar las
páginas que hablan de juicio final, para fijarse solo en la misericordia y la
bondad del Mesías.
Otro buscará caminos para
olvidar los deberes hacia los enfermos, los desnudos, los hambrientos, los
sedientos, para fijarse exclusivamente en la importancia de la oración o del
ayuno.
La lista de posibles
mutilaciones del Evangelio depende de gustos personales, de presiones del mundo
o de engaños del demonio.
Quizá incluso empiece a ser
más frecuente lo que ahora parecen noticias anecdóticas: perseguir a algún
creyente por haber recordado una enseñanza cristiana sobre ciertos pecados de
la carne...
Pero "la Palabra de Dios
no está encadenada" (2Tm 2,9), ni el Evangelio puede quedar
recortado según gustos o modas.
Por eso, como espada de doble
filo, la Palabra superará fronteras, purificará pensamientos y sentimientos
(cf. Hb 4,12), denunciará pecados, despertará
a quienes viven dormidos.
De esta manera, el Evangelio
llevará a muchos a dejarse iluminar por Cristo (cf. Ef
5,14). Recibirán, entonces, el don de la gracia, y empezarán a vivir con la
libertad gloriosa de los hijos de Dios (cf. Rm 8,21).