“Alegraos y regocijaos” (4)
Pbro.
José Martínez Colín
1) Para saber
Hay un peligro en
el camino a la santidad, nos advierte el Papa Francisco, y consiste en pensar que
porque tenemos ciertos conocimientos, ya somos perfectos, santos, y mejores que
la «masa ignorante». A
esta ideología se le conoce como “gnosticismo”.
Pero gracias a
Dios, dice el Papa, “a lo largo de la historia de la Iglesia quedó muy claro
que lo que mide la perfección de las personas es su grado de caridad, no la
cantidad de datos y conocimientos que acumulen” (Alegraos y regocijaos, n. 37).
Y es un peligro
porque exagera el valor de ciertos conocimientos considerándolos como
suficientes para ser salvados, quedando al margen la obra realizada por Jesús. Pero
esos conocimientos son sus propias teorías, a veces producto de su ignorancia,
poniéndolas por encima de la doctrina evangélica. Se pretende un Dios sin
Cristo. Y aunque a veces no se exprese así, en la práctica así se vive, despreciando
incluso la doctrina de la Iglesia.
2) Para pensar
En un grupo de niñas, había una niña,
pongámosle que se llamaba Nicolasa, que era muy inteligente, pero le faltaba
humildad. Solía saberse muy bien las lecciones y sacaba la mejor calificación
en su grupo, pero se ufanaba de ello.
En una clase, la profesora había enseñado las
diferentes virtudes y les preguntó: ¿Quién de ustedes es la más obediente?”
Entonces Nicolasa se apresuró a responder: “Yo, maestra”. La profesora volvió a
preguntar: “¿Y quién es la más estudiosa?” Una vez más Nicolasa respondía: “Yo
también”. “Veamos, dijo la profesora, y ¿la más caritativa?” Todas las niñas
guardaron silencio, pero Nicolasa respondió: “¡Yo!” Las niñas la veían entre
sorprendidas y algo enfadadas.
La maestra no se dio por vencida y preguntó: ¿Y
quién es la más piadosa? La misma Nicolasa respondió: “¡Yo más que ninguna!”.
Por último, preguntó la profesora: “¿Y quién
es la niña más tonta?” Entonces todas las otras niñas al unísono respondieron:
“¡Nicolasa!”
La perfección a la que se debe aspirar es
integral, es decir, debe abarcar los diversos aspectos de la persona. Por ello
no basta con ir perfeccionando la inteligencia, sino que es preciso que le
acompañe también la virtud, en especial, de la caridad. San Pablo nos recuerda
que ya podríamos conocer todos los misterios y toda la ciencia, pero si no
tenemos caridad, nada somos. Pensemos si no seremos algo gnósticos en nuestro
pensar y obrar.
3) Para vivir
Se trata, pues, de saber, pero para servir
mejor a los demás, como dice el Papa Francisco, “eso que creemos saber debería
ser siempre una motivación para responder mejor al amor de Dios, porque se
aprende para vivir: teología y santidad son un binomio inseparable” (Ibid., n.
46).
San Josemaría nos lo recuerda: “No es
suficiente que seas sabio, además de buen cristiano. ‑Si no corriges las
maneras bruscas de tu carácter, si hace incompatibles tu celo y tu ciencia con
la buena educación, no entiendo que puedas ser santo. ‑Y, si eres sabio,
aunque lo seas, deberías estar amarrado a un pesebre, como un mulo.” (Camino,
n. 350).