DONES DEL ESPÍRITU

 

Si tomamos algún libro sobre el tema podremos encontrar un elenco de los dones del Espíritu.

Es evidente que los dones del Espíritu no se agotan en dicho listado.

Algunos de ellos requieren de una explicación para poder entender en qué consiste.

Otros no figuran en tal elenco y, por lo general, son esos dones que hacen y dicen de la vida concreta.

En mi anterior artículo trataba, no creo que con mucho éxito, de hablar de esas realidades humanas que dicen de la acción del Espíritu en nuestra vida.

Uno de los dones que no figuran en el elenco es el de la iniciativa.

Es ese regalo que hace se tomen iniciativas que desacomodan por lo imprevisto y lo sorprendente.

Por lo general son pequeños detalles que dicen de confianza, cercanía y delicadeza.

Son pequeños detalles que colman de gozo a quien con asombro los recibe.

Son pequeños detalles que descolocan porque carentes de lógica porque dicen de amor.

Nada de lo que dice del amor responde a lógica alguna.

En oportunidades se necesita de coraje y audacia para obsequiar algo que no es otra cosa que una manifestación de cariño.

La iniciativa es animarse a dejar de lado la formalidad para manifestarse desde un pequeño paso al encuentro del otro.

Es animarse a buscar por fuera de lo que se acostumbra o de lo que está establecido.

Es llevar adelante un algo que muestra que lo común no es lo único que se puede realizar y que hay puertas distintas que se pueden abrir.

Otro don que no figura en los elencos es el de la coherencia.

Existen personas que hacen de su vida un intento por ser coherentes.

Hay personas que viven inmersas en la coherencia sin la necesidad de proponérselo.

Es esa realidad de vivir demostrando su realidad interior desde todo lo que realizan.

No necesitan, a diferencia de otros, esforzarse para poner en acto esas vivencias interiores que dicen de su ser.

No es nada fácil ser coherentes y es, sin lugar a dudas, un inmenso regalo del Espíritu que algunas personas viven con espontaneidad y naturalidad.

Son esos seres que desde todo lo que realizan manifiestan lo que son y lo que sienten.

La incoherencia es esa distancia existente entre lo que se siente o cree y lo que se vive.

Cuando alguien es capaz de vivir sin esa distancia no hace otra cosa que poner en acto un inmenso regalo que el Espíritu le ha hecho.

Decía en mi artículo anterior que al Espíritu debíamos buscarlo en nuestro interior.

Es un don de Dios que se desarrolla en nuestra realidad más profunda.

Existen seres que tienen el privilegio de vivir inmersos en las cosas del Espíritu.

Todo lo suyo es un grito del amor de Dios en su vida. Por ello es que su vida es un hermoso canto de gratitud.

Un canto que pronuncia desde el brillo de su sonrisa, la delicadeza de sus iniciativas y desde los detalles coherentes que le iluminan.

Son esos seres que resultan demasiado especiales como para no admirarles.

Son esos seres que resultan muy particulares como para no saberles demasiado únicos porque increíbles.

Cuando limitamos a la acción del Espíritu a un elenco de dones estamos limitando y empobreciendo su acción.

Cuando limitamos la acción del Espíritu a cuestiones religiosas estamos empobreciendo la propuesta de Dios mediante Jesús que nos muestra que lo suyo hace y dice, fundamentalmente, de la persona en su totalidad.

 

Padre Martin Ponce de León SDB