PAN

 

En los tiempos de Jesús el pan, en las comidas, tenía una importancia muy grande.

En aquellos tiempos no existían los cubiertos de mesa y, por lo tanto, todo se comía con las manos directamente.

La comida se ponía en recipientes similares a fuentes y desde allí se iban sirviendo directamente.

No se utilizaban platos ya que los recipientes con comida estaban al alcance de la mano literalmente y desde allí se iban sirviendo.

La mayor dificultad se presentaba cuando debían comer alguna salsa. Para ello tomaban un trozo de miga de pan y la aplastaban con los dedos hasta realizar con ella una suerte de cuchara con la que se servían la salsa.

Con el pan, en cierta manera, sazonaban la comida a la que le añadían la salsa.

Por ello es que el pan tenía no solamente la función de ser un complemento de la comida sino, también, de ser el instrumento con el que sazonaban lo que comían.

El pan era una presencia obligada en la mesa de una comida.

En la capital los panes se horneaban en algunos hornos públicos destinados a tal función. En las casas no existían hornos para evitar que el humo de los mismos manchasen las paredes del templo puesto que estas debían lucir constantemente un blanco inmaculado.

Las fuentes de agua y los hornos públicos eran lugares donde se reunían las mujeres en el cumplimiento de tareas propias.

Jesús quiso utilizar el signo del pan, junto con el vino, para quedarse definitivamente en medio de nosotros.

Quiso quedarse en lo más frecuente y lo más común.

Quiso quedarse en lo infaltable de cada mesa para demostrarnos su presencia de siempre.

Quiso quedarse como alimento necesario e imprescindible.

El pan es trigo que se deshace para convertirse en harina, se manipula para hacerse masa y se hornea para hacerse alimento.

Implica trabajo y tiempo.

Implica labor y elaboración.

Implica realidad que se parte, come y se reparte.

Jesús es cada una de estas realidades.

No lo hacemos vida de un momento a otro.

Requiere de un prolongado y nada simple proceso de intentos de comunión.

Requiere de mucho trabajo de nuestra parte desde intentos de coherencia y servicios.

Requiere de compartir lo que se es en el quehacer cotidiano.

Jesús no es una realidad para quedarse en nosotros puesto que, siempre, nos está comprometiendo con los demás, en especial con los más necesitados.

Se hace pan para que nos alimentemos de Él o para que sazonemos nuestra vida con su sabor.

¡Vaya si necesitamos esto último!

Necesitamos de su sabor a fraternidad, respeto y ayuda a los demás.

Necesitamos de su sabor a paz en estos tiempos donde la inseguridad ocupa más y más espacio entre nosotros.

Necesitamos de su sabor a dignidad humana en estos tiempos donde a toda prisa se van perdiendo valores de convivencia y humanidad.

Necesitamos de su sabor a amor en estos tiempos donde el individualismo nos hace perder la sonrisa que siempre debe brillar a flor de piel.

 

Padre Martin Ponce de León SDB