Verdades y mentiras, trigo y
cizaña
P. Fernando Pascual
25-5-2018
Una de las maneras más
insidiosas de hablar, escribir, producir cine o cualquier otra forma de
transmitir mensajes consiste en mezclar verdades con mentiras, a veces con una
buena dosis de belleza artística y de pericia técnica.
Pensemos, por ejemplo, en una
película donde se hable de la vida eterna y de la belleza de la unión familiar,
en una mezcla donde los argumentos queden tan bien trabados que no sea fácil
separar lo correcto de lo engañoso.
El espectador que tiene buen
sentido crítico sabrá distinguir entre lo imaginario y lo real, entre lo válido
y lo equivocado, entre los mensajes positivos y los engaños que llevan a
manipulaciones.
En cambio, para muchos no será
fácil distinguir entre el trigo y la cizaña, entre lo aprovechable y lo que
daña, entre lo que permite mejorar la propia vida y lo que genera opiniones
engañosas.
Por eso, quienes de modo
consciente, o tal vez porque ellos mismos están confundidos, mezclan lo
verdadero con lo falso, sobre todo si lo hacen con buena publicidad o de modo
atractivo, tienen una responsabilidad muy grande y pueden dañar a no pocas
personas.
En la antigüedad, Platón ya
había entrevisto este peligro al denunciar páginas literarias famosas en su
tiempo pero dañinas por su manera de tratar temas muy serios, como el modo de
ser de los dioses o sobre lo que ocurre tras la muerte.
En ciertas épocas de la
historia, precisamente para evitar los peligros de quienes escribían o
representaban los temas de modo confuso o engañoso, se promovió la censura. Hoy
es muy mal vista, si bien pervive todavía en muchos países, sobre todo ante
temas como el odio racial o la incitación a la violencia.
Reconocer el peligro de
quienes escriben o componen obras literarias, musicales o de otro tipo donde la
confusión sea un ingrediente importante de la trama permitirá no solo separar
lo correcto de lo equivocado, sino también prevenirse del veneno que no pocos
ingieren, sin darse, a través de este tipo de obras.
Al mismo tiempo, una sociedad
sana promoverá aquellas producciones que ayuden a distinguir fácilmente entre
lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, el bien y el mal, la verdad y la
mentira, y que estimulen a apreciar lo que vale y a condenar lo que daña.
Así será más fácil desechar la
cizaña y escoger el trigo; un trigo que, gracias a Dios, es mucho más abundante
de lo que imaginamos y que merece ser difundido con buenos escritores,
guionistas y productores en las diferentes modalidades de comunicación de nuestro
tiempo.