CHOCOLATE
Se llegó hasta mí con su
sonrisa grande.
“Esto es para que coma
mientras hace algún artículo”
Sus ojos chispeaban de
delicadeza.
Acepté su regalo y, ahora,
mientras esbozo este artículo disfruto de un trozo de chocolate.
Dejo se derrita en mi boca
y todo mi paladar se llene de ese sabor tan particular.
Mientras saboreo su
obsequio pienso en esa persona y sus detalles colmados de ternura.
Siempre obsequia algún
detalle que no hace otra cosa que gritar de su bondad.
En una oportunidad le
plantee una curiosidad y su respuesta fue mucho más curiosa que mi planteo.
Me encantó su respuesta por
su originalidad y naturalidad. Me gustaría volver a realizarle la misma
pregunta para recibir la misma respuesta puesto que la misma era demasiado
original como para disfrutarla nuevamente.
Existen seres que poseen el
sabor de lo original y de lo increíble.
Original porque son
auténticos y espontáneos.
Original porque poseen la
naturalidad de lo impactante.
Son esos seres que son capaces
de obsequiar, con su sola presencia, una caricia al alma.
Son esos seres que no
necesitan de muchas palabras como para hacerse entender y aceptar en toda su
grandeza.
Son esos seres que con su
sonrisa o su mirada saben ganarse un espacio inmenso en quien está dispuesto a
recibir tales cosas.
Son esos seres que se hacen
importantes por su cercanía y su naturalidad.
Dios, para hacernos saber
de su presencia junto a nosotros, nos presenta esos seres que se vuelven
imprescindibles por su ayuda desinteresada.
Son el mejor acorde para
entusiasmarnos a entonar un prolongado canto de gratitud.
Pero, también, nos resultan
seres increíbles.
Nos cuesta aceptar que haya
seres con tanta espontaneidad hoy que existe tanto estereotipo que debe
continuarse.
Nos cuesta poder entender
cómo puede vivir tantos valores sin la contaminación del hoy pleno de
individualismo y mezquindades.
Parecería no pueden existir
pero allí están para mostrarnos que existen y solamente hay que esperar el
momento en que Dios los cruce por esta vida.
Son seres humanos y, por lo
tanto, seres que tienen, también, limitaciones como tenemos todos pero resulta
mucho trabajo no quedarse en sus virtudes que resultan impactantes.
La cuestión es poder vivir
con los ojos abiertos para permitir que la acción de Dios se gane en nosotros y
nos llene de admiración.
La cuestión es tener la
certeza de que Dios siempre está dispuesto a sorprendernos con sus gestos que
nos hacen saber que no estamos solos o que nos abandona.
Siempre nos está
obsequiando chocolate para que lo nuestro se llene de su sabor.
Siempre nos está
obsequiando chocolate para que lo cotidiano tenga un sabor distinto.
Dios, a diario, nos
obsequia algo distinto para que lo disfrutemos un poco más.
Dios, a diario, nos impacta
con algún detalle que nos hace saber de su amor.
Para descubrir las cosas de
Dios no debemos mirar hacia arriba sino al rostro de los demás para
encontrarles y poder disfrutarles.
Dios siempre posee un algo
de chocolate para que nuestro ser se llene de Él.
Padre Martin Ponce de León
SDB