Genética, ambiente y libertad
P. Fernando Pascual
8-6-2018
A lo largo de la historia, y
también en nuestro tiempo, han surgido teorías que negaban la posibilidad de
acciones libres y, por lo tanto, que negaban la existencia de responsabilidad moral.
Como una simpática crítica a
tales teorías, alguien inventó la siguiente anécdota. Un asesino le dice al
juez: "No puede culparme; fue mi herencia y medioambiente los que me
hicieron matar". El juez le responde: "Son mi herencia y medioambiente
los que te sentencian a morir en la horca" (cf. John Senior, "La
muerte de la cultura cristiana").
Resulta, así, paradójica
señalar a la genética, a la sociedad, al ambiente, como la causa determinante
de los propios actos, sobre todo de aquellos más reprochables, al mismo tiempo
que se pide a otros que sean comprensivos y no se dejen determinar por sus
genes y su biografía...
En una teoría que defienda
coherentemente el determinismo lo que hagan los demás sobre mí también estaría
ya escrito y fijado: no tiene ningún sentido pedirles que sean
"buenos" y que me traten de una manera (la que prefiero) y no de otra
(la que pienso me dañaría).
La experiencia personal y las
relaciones humanas desmienten el determinismo más radical. Es cierto que
algunas cosas están fijadas: no puedo saltar más alto de lo que me permitan mis
músculos y la gravedad. Pero también es cierto que otras cosas dependen de mí,
por ejemplo, seguir o no seguir la dieta indicada por el médico (al que acudí
libremente...).
En el camino de la vida,
cientos de decisiones son libres, son responsables, tienen un valor ético.
Serán acciones malas si mi voluntad opta por el egoísmo, la prepotencia, el
placer desordenado, la avaricia, el odio. Serán buenas si mi voluntad escoge el
servicio, la disciplina, la generosidad, la honradez.
Puesto que no estamos
determinados ni por el ambiente, ni por las miradas ajenas, ni por el ADN que
nos ha tocado en suerte, podemos realizar actos libres, que inician procesos
dañinos en un mundo ya muy desordenado, o procesos buenos que promueven la
verdad, la belleza y la justicia.
Cada uno decide. Muchos
caminos aparecen ante mis ojos. Con un corazón grande, con una voluntad firme,
con un sano uso de mis emociones, podré escoger lo bueno, lo que ayuda, lo que
sirve realmente para el mundo presente y para el mundo que nos espera a todos
al pasar la frontera de la muerte.