CONSTANTE
PROCESO
Ser cristiano es una
realidad de un constante proceso.
Permanentemente hay que
descubrir a la persona de Jesús para poderla vivir.
No es una cuestión de saber
ni una cuestión de ritos.
Ser cristiano es una
vivencia, un estilo de vida.
Jamás habremos de concluir
nuestro conocimiento de la persona de Jesús.
Mil veces podemos leer los
relatos evangélicos y siempre estaremos encontrándonos con novedades de la
persona de Jesús.
Jesús nunca cambia pero
siempre debemos estar intentando descubrirlo.
En oportunidades,
parecería, vivimos un cristianismo sin Jesús. Uno supone ello es un imposible
pero puede ser la forma como muchas veces se vive.
Cuando limitamos el
cristianismo a prácticas piadosas.
Cuando nos conformamos con
el cumplimiento de diversas devociones.
Cuando nuestra vivencia se
restringe a la “búsqueda de clientes”
Cuando nuestro ser
cristiano se conforma con saber.
El cristianismo no es un
pietismo, ni un conjunto de ritos, ni una imposición, ni una ciencia. El cristianismo
es una convicción que debe hacerse estilo de vida.
Esa convicción no puede
tener otra fuente que la persona misma de Jesús.
Al acercarnos a la persona
de Jesús nos encontramos con una persona que no está atada a cuestiones
religiosas muy propias de su tiempo sino a cuestiones humanas muy propias de
todos los tiempos.
Más que con un rezador nos
encontramos con un recuperador de la dignidad de las personas y ello es, sin
duda, una gran oración.
Más que un asceta nos
encontramos con alguien que disfrutaba la fraternidad de la mesa compartida con
los demás.
Más que un místico nos
encontramos con un comprometido con la integración de los más necesitados a la
vivencia de Dios.
No presenta a Dios rodeado
de velas y de humo de incienso sino compartiendo la vida de los hombres y
queriendo contar con cada uno de nosotros para que su Reino crezca.
Vivir a Jesús no es una
cuestión que podemos realizar de rodillas o con las manos en actitud orante.
Vivir a Jesús es salir al encuentro de los demás y deber tender nuestras manos
para construir fraternidad.
Por eso es mucho más fácil
vivir un cristianismo de prácticas y devociones que el que nos propone el mismo
Jesús.
Es mucho más cómodo
limitarnos a un cristianismo infantil porque cumpliendo lo que se nos indica que
de búsquedas y de libertad.
Cuando nos acercamos y nos
animamos a intentar hacer nuestro el Jesús de los relatos evangélicos
descubrimos que todo lo nuestro se involucra y ello no es simple.
Acercarnos al Jesús de los
relatos evangélicos nos encontramos con alguien que hace referencia a vivencias
cotidianas y a posturas de vida y ello es exigente.
Por ello es mucho más
cómodo limitarnos a un cristianismo-ciencia porque tal cosa nos conserva y nos
anima a resignarnos a un infantilismo espiritual.
Tal vez para muchos sea
conveniente el fomento de cristianos infantiles porque son dóciles, manejables
y no cuestionadores.
Pero el cristianismo, si es
auténtico, jamás puede limitarse a un infantilismo que se prolonga.
Es un constante proceso
donde, entre aciertos y errores, de crecerse.
No podemos temer a los
errores cuando estos nos alientan a continuar buscando.
Debemos temer a esos
errores que nos paralizan y nos llenan de sentimientos de culpa.
Cristiano es aquel que
viviendo la experiencia de Jesús busca prolongarlo en un constante proceso
aprendiendo de sus errores y animado con sus aciertos.
Padre Martin Ponce de Leon SDB