Constructores de la Paz
“Alegraos y regocijaos” (10)
Pbro. José
Martínez Colín
1)
Para saber
Se cuenta que un día San Francisco de Asís se dirigió a uno de sus
frailes y lo invitó: “Vamos a predicar al pueblo”. Se fueron por las calles,
pero no se detuvieron en ninguna parte. San Francisco no pronunció ni una
palabra en todo el camino. Así regresaron a su casa. Entonces el hermano le
preguntó con timidez al santo: “Padre, ¿te has olvidado a lo que íbamos?” El
santo sorprendido le contestó: “¿Y qué es lo que he olvidado, hermano?” El
fraile le dijo: “Dijiste que íbamos a predicar”. La respuesta de san Francisco
le hizo meditar: “Ya hemos predicado”. Y en efecto, a muchas personas les
servía la sola presencia del santo, pobre, sacrificado, templado, benevolente,
incluso ante las incomprensiones y persecuciones. Su presencia irradiaba paz.
El Papa Francisco nos recuerda que sembrar paz a nuestro alrededor es
santidad, pero construir esta paz no es fácil, pues no debe excluir a nadie,
incluso “a las personas difíciles y complicadas, a los que reclaman atención, a
los que son diferentes, a quienes están muy golpeados por la vida, a los que
tienen otros intereses” (n. 89).
2)
Para pensar
El Santo Cura de Ars, San Juan
María Vianney, practicó la paciencia a tal grado que hacía parecer que, por la
dulzura de su carácter, era incapaz de irritarse. Sin embargo, quienes lo
trataban de cerca se daban cuenta de que tenía un carácter muy fuerte. Una de
esas personas era Catalina Lassagne, quien cuenta que
al principio de estar en su parroquia, un día fue a la casa del párroco un
hombre, quien llenó de insultos al Santo. A su vez, el Cura lo escuchó sin
decir ni una palabra. Una vez que aquel hombre se cansó de insultarle, el santo
quiso acompañarlo a la puerta y darle un abrazo antes de despedirse. Pero ese
sacrificio le causó tan gran impresión que a duras penas pudo subir a su cuarto
para echarse a la cama. Entonces subió Catalina para ver si podía ayudarle en
algo y se lo encontró lleno de ronchas.
Cuando alguien le preguntó cómo podía estar tan sosegado, el
santo le respondió: “¡Ah, amigo mío! La virtud requiere esfuerzo, continua
violencia y, sobre todo, auxilio de lo alto”.
A veces no es fácil mantener la paz, requiere más fuerza que
dejarse llevar por el carácter. Pensemos si somos fuente de paz a nuestro
alrededor.
3)
Para vivir
Difícilmente podemos remediar una
guerra, pero lo que sí podemos hacer es contribuir a la paz en nuestro entorno.
Por ello el Papa Francisco nos invita a evitar el mundo de las habladurías,
“hecho por gente que se dedica a criticar y a destruir, no construye la paz.
Esa gente más bien es enemiga de la paz y de ningún modo bienaventurada”.
Jesús pedía a sus discípulos que cuando llegaran a un hogar dijeran “Paz
a esta casa”. Y nos exhorta a buscar la paz. “Bienaventurados
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
En su Exhortación Apostólica
“Alegraos y regocijaos”, el Papa Francisco nos recuerda que los pacíficos son
fuente de paz y de amistad social, y nos invita
a vivir en paz y transmitirla: “se trata de ser artesano de la paz, porque construir la paz
es un arte que requiere serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza”
(n.89).