ADMIRACIÓN
Existen seres que
despiertan admiración.
A medida uno va
conociéndoles va descubriendo que la admiración se encuentra en progresivo
aumento.
Hay seres que motivan la
admiración desde algún hecho admirable.
Hay seres que motivan la
admiración transformando en admirable lo cotidiano.
En lo personal admiro
muchísimo a los que logran esto último.
La admiración no es otra
cosa que un mirar con ojos grandes sus acciones cotidianas para saber que es
posible, que se puede.
La admiración es poder
valorar sus pequeños gestos argados de coherencia que son una invitación a
intentarlo desde la debilidad de lo personal.
No son seres perfectos ni
fuera de lo normal pero resulta imposible no verles como extraordinarios y
geniales.
Con relativa facilidad uno
encuentra, en seres del pasado, motivos para la admiración por sus
realizaciones y sus logros.
Pero mayor admiración me
despiertan esos seres del hoy que no hacen otra cosa que ser normales pero
viviendo detalles extraordinarios y geniales.
Extraordinarios porque con
toda naturalidad llevan adelante actitudes que resultarían muy difíciles de
transformar en intentos.
Me despierta admiración una
persona que es capaz de regalar abrazos despertando con ellos cercanía y
confianza.
Me despierta admiración una
persona que vive transmitiendo delicadeza en este hoy tan lleno de
prepotencias.
Me despierta admiración una
persona capaz de brindar sonrisas plenas de dulzura en este hoy colmado de
rispideces.
Me despierta admiración
cuando alguien es capaz de responder a una curiosidad con una respuesta plena
de inocente creatividad.
Me despierta admiración
cuando alguien hace de su vida un canto a la gratitud.
Me despierta admiración ese
alguien que toma decisiones difíciles porque son lo mejor y con los ojos llenos
de humedad no se apean de las mismas.
Me despierta admiración
alguien que es capaz de brindar una caricia en este hoy saturado de
individualismos.
No son gestos
extraordinarios sino extraordinario es que alguien sea capaz de compartir de lo
suyo sin interés alguno.
Son seres que, en pequeñas
cosas, son capaces de romper con lo establecido para ayudar a otro a que se
sepa aceptado, respetado y amado.
Nuestro hoy sería muy
distinto si fuésemos capaces de descubrir seres para admirar y aprender de
ellos.
Eses seres, sin duda, están
y necesario se hace saber descubrirles.
Quizás nuestro error puede
ser que, muchas veces, buscamos esos seres fuera de los cercanos y conocidos.
Dios siempre quiere poner
esos seres a nuestro alcance para que podamos verles, admirarles y amarles
tratando de emularles.
Cuando les admiramos
descubrimos pasan a formar parte de nosotros y tal cosa es un constante
aliciente para que lo intentemos.
Creo nadie actúa para ser
admirado pero deberíamos actuar para fomentar nuestras capacidades y así ser
útiles para otros.
Si alguien suscita
admiración debe mantenerse en su coherencia y continuar siendo como es para,
así, agradecer debidamente a Dios que se vale de su persona.
Padre Martin Ponce de León
SDB