Sobre los ideales
P. Fernando Pascual
29-6-2018
Desde ideales se toman
decisiones y se orienta la propia vida. Esos ideales pueden ser malos o buenos,
egoístas o solidarios.
Hay ideales para uno mismo:
perfeccionar la forma física, bajar de peso, estar mejor informado, rendir más
en el trabajo.
Hay ideales para la vida en
familia: renovar los muebles, organizar mejor la limpieza, arreglar las
ventanas, aumentar el tiempo para el diálogo.
Hay ideales en el mundo del
trabajo, en la política, en la economía, en el arte, en la vida religiosa, en
tantos y tantos ámbitos humanos.
Ante tantos ideales, ¿cómo
discernir entre los peores y los mejores? ¿A cuáles prestar atención
prioritaria?
No resulta fácil encontrar la
respuesta, y eso explica tantas dudas a nivel personal, tantas confrontaciones
en familia o en sociedad.
Por eso, antes de elegir un
ideal como luz que guíe las propias decisiones, o las decisiones de un pueblo,
hay que sopesarlo bien. ¿Cómo?
Algunas pistas pueden servir
de ayuda. Un ideal será bueno si nos ayuda a mejorar como personas de modo
integral: en nuestro cuerpo y nuestro espíritu, en nuestras relaciones y en
nuestros deberes.
Un ideal será bueno si permite
superar egoísmos, vencer injusticias, desarraigar ambiciones, y promueve un mundo
más solidario, más acogedor, más justo.
Un ideal será bueno si,
además, no solo nos ayuda a afrontar adecuadamente los compromisos temporales,
sino que nos abre al horizonte de lo eterno, del encuentro con Dios ahora y
tras la muerte.
Cada día tomo nuevas
decisiones. Si mis ideales son buenos, con mis elecciones seré capaz de
promover un auténtico progreso, en mi propia vida, en la vida de los seres más
cercanos, y en este mundo tan necesitado de justicia, bondad y belleza.