La tiranía de la curiosidad
P. Fernando Pascual
29-6-2018
Queremos saber tantas cosas:
sobre el tiempo, el deporte, los impuestos, los planes del gobierno, las
andanzas de un personaje famoso, lo que hace el vecino de arriba...
La curiosidad aumenta
progresivamente. Buscamos noticias, navegamos en internet. Una página nos lleva
a otra. El tiempo pasa. No parece suficiente lo que hemos encontrado. Seguimos
indagando.
Poco a poco, la curiosidad
puede convertirse en un tirano. Como son miles las preguntas y dudas que giran
por la cabeza, la búsqueda de respuestas empieza a ser casi obsesiva y
agotadora.
Muchas veces no nos damos
cuenta de este proceso. La curiosidad nos lleva a engañarnos: solo un dato más,
solo este detalle suelto, solo este blog que ofrece novedades, solo la opinión
de aquel escritor famoso...
Al inicio, miramos el reloj:
han pasado pocos minutos. No nos damos cuenta de que la suma de esos minutos, a
lo largo del día, puede llegar a convertirse en horas...
Mientras, la habitación sigue
en desorden. Un familiar espera una llamada que no hacemos "porque no
tenemos tiempo". Y el formulario oficial que tenemos que rellenar,
urgente, lo dejamos para mañana...
Necesitamos despertar. La
curiosidad es peligrosa si nos rodea con sus tentáculos, engañosos precisamente
porque nos sentimos libres de buscar o no buscar... cuando en realidad ya no
podemos dejar de hacer un nuevo click.
Si aprendemos a usar la mente
y la voluntad que Dios nos ha dado para jerarquizar prioridades, para abrir los
ojos a los deberes, para reconocer que lo más importante es servir a los
familiares y a tantas personas necesitadas, empezaremos a romper cadenas de
curiosidad.
Descubriremos, con sorpresa,
que con menos tiempo en búsquedas inútiles tendremos más tiempo para personas y
asuntos que esperan nuestras decisiones y nuestras energías. Seremos más
libres, y usaremos el don del tiempo rescatado para servir a Dios y a los
hermanos...