El enemigo de la santidad
“Alegraos y regocijaos” (18)
Pbro. José
Martínez Colín
1)
Para saber
En su último capítulo de la Exhortación Apostólica, el Papa Francisco
quiere prevenirnos contra un enemigo que no dejará de luchar por impedir que
consigamos la santidad: el mismo demonio. Por ello, dice el Papa, no pensemos
que el diablo es un mito, una representación, un símbolo, una figura o solo una
idea. Si pensáramos que no existe, ese engaño nos llevaría a descuidarnos y a
quedar más expuestos. Él no necesita aparecerse ni poseernos, sino que nos
envenena con el odio, con la tristeza, con la envidia, con los vicios,
queriendo destruir nuestra vida, nuestras familias y nuestras comunidades.
Cuando Jesús nos enseñó el Padrenuestro quiso que termináramos pidiendo
al Padre que nos libere del Malo, que indica un ser personal que nos acosa.
Jesús nos enseñó a pedir cotidianamente esa liberación para que su poder no nos
domine.
2)
Para pensar
Una religiosa que conoció
a san Francisco de Sales, relató que en una ocasión presenció un exorcismo. Era
un hombre joven que desde hacía cinco años estaba poseído por el demonio. Los
interrogatorios al poseso se hicieron junto a los restos mortales de san
Francisco. Durante una de las sesiones, el demonio exclamó lleno de furia: «¿Por qué he de salir?». Estaba presente una religiosa de
las Madres de la Visitación, que al oírlo, asustada quizá por el furor
demoníaco de la exclamación, invocó a la Virgen: «¡Santa
Madre de Dios, rogad por nosotros...!». Al oír esas palabras, decía la monja,
el demonio gritó más fuerte: «¡María, María! ¡Para mí
no hay María! ¡No pronuncies ese nombre, que me hace estremecer! ¡Si hubiera
una María para mí, como la que hay para ustedes, yo no sería lo que soy! Pero
para mí no hay María».
Todos los presentes
estaban sobrecogidos por la escena e incluso algunos rompieron a llorar. Pero el
demonio continuó: «¡Si yo tuviera un instante de los
muchos que ustedes pierden…! ¡Un solo instante y una María, y yo no sería un
demonio!»
Decía san Alfonso María de
Ligorio que en este mundo los hombres no se dividen
en los fuertes que vencen tentaciones y en los débiles que son derrotados, no.
El mundo se divide en los débiles que rezan y vencen y, por otro lado, en los
débiles que no rezan y son derrotados. Pensemos si en las tentaciones sabemos
acudir a la intercesión la Virgen María.
3)
Para vivir
Así, además de luchar contra una mentalidad mundana que nos engaña y
contra la propia fragilidad, es preciso también una lucha constante contra el
diablo, que es el príncipe del mal.
El Papa nos señala las armas poderosas que el Señor nos da para el
combate tenemos: la fe que se expresa en la oración, la intercesión de la
Virgen, la meditación de la Palabra de Dios, la celebración de la Misa, la
adoración eucarística, la reconciliación sacramental, las obras de caridad, la
vida comunitaria, el empeño misionero…
Sin embargo, el camino de la santidad no es de miedo o temor, sino fuente
de paz y de gozo que nos regala el Espíritu, dice el Papa. Aunque requiere que
estemos «con las lámparas encendidas» (Lc 12,35) y
permanezcamos atentos, hemos de caminar sabiéndonos acompañados y amados por el
Señor.