BUSCANDO
LA FELICIDAD
Si
miramos, detenidamente, nuestra vida
podemos llegar a la certeza de que está hecha para la búsqueda de la felicidad.
Quizás, muchísimas veces,
buscamos en lugares o con metodologías equivocadas. Podremos tener distintos
conceptos sobre lo que se puede entender por felicidad pero.....
Muy difícilmente no
coincidamos en algunos tópicos.
La felicidad no es sinónimo
de ausencia de problemas.
Por ser nuestra vida una
realidad en relación siempre somos propensos a los roces y las dificultades.
Porque vivir es con- vivir
siempre habremos de tener problemas puesto que ello implica un salir al
encuentro de una alteridad y, por lo
tanto, salir al encuentro con una manera distinta de ver la vida y de buscar caminos
para la felicidad.
La felicidad no es sinónimo
de ausencia de dificultades.
Para poder ser felices
debemos ser libres y ello siempre implica un deber buscar, y lo que es más, un
deber avanzar desde nuestras dudas.
Si no nos descubriésemos
beneficiados con la duda es que estaríamos avanzando entre certezas y, por lo
tanto, ¿dónde quedaría nuestra libertad?
La felicidad no es ausencia
del dolor.
La felicidad es una
realidad que se logra desde el amor y amar siempre implica renunciar. Siempre
que renunciamos estamos realizando una ruptura
y la misma es un constante decir de dolor.
Amar es sufrir. Es
imposible pretender vivir el amor sin que el sufrimiento participe del mismo. Para,
verdaderamente, amar debemos com- placer y ello
siempre nos requiere, un algo, de dejarnos de lado.
Jamás llegamos a la
plenitud de la felicidad.
Siempre nos descubrimos
viviendo una felicidad que puede y debe ser acrecentada.
La felicidad que vivimos
es, tan solo, un trago de esa felicidad que deseamos poder un día descubrir
estamos bebiendo en plenitud. Quizás ello sea en la plenitud de nuestra vida y,
mientras tanto, vamos degustando tragos de felicidad.
La felicidad jamás es una
realidad pura. Siempre nos encontramos, como en todas las cosas de nuestra
vida, con esos matices que le hacen saber de los muy diferentes tonos de gris
con los que convivimos.
La felicidad dice de un
estado y, en esta vida, somos permanentes peregrinos y por lo tanto constantes
caminadores en pos de tal estado.
Podemos encontrar la
felicidad en ese permanente buscar nuestra realización. Allí nunca habremos de
decir un “plenamente” sino que nos descubrimos en un constante proceso de
crecimiento. Si pensamos en un ya “plenamente realizados” nos estamos privando
de la posibilidad de continuar creciendo
que es lo que nos hace la vida al constantemente enseñarnos.
Nuestra felicidad dice de
una coherencia con aquellos principios que le dan razón a nuestra vida. Siempre
que esos principios no nos tengan como fin y única razón de la vida misma.
La felicidad se nutre de vivencias
cotidianas y no exclusivamente de momentos extraordinarios. Es en lo diario
donde encontramos los elementos suficientes como para vivir esos tragos de felicidad que nos hacen saber
que caminamos en pos del camino correcto.
Pero, también son fuentes
de muy buenos tragos de felicidad nuestros recuerdos puesto que ellos forman
parte de nuestra vida al haber colaborado para que seamos lo que hoy.
Para quienes tenemos fe
nuestra felicidad radica en un continuo crecimiento en una comunión con Cristo
y todo lo que ello implica.
Es llegar a la certeza de
que nuestra mayor felicidad es poder lograr hacer lo que Dios nos está pidiendo
cotidianamente. Poder experimentar que nuestro actuar no dista de lo que habría
hecho El en este nuestro hoy. Poder sentir que ya hemos logrado tal cosa es un
algo que nos suena casi como a una total utopía.
Por ello es que nuestra
felicidad es un camino y un algo que vamos degustando sin nunca llegar a la
totalidad.
Padre
Martin Ponce de León SDB