Coherencias malas, coherencias
buenas
P. Fernando Pascual
22-8-2018
La coherencia es uno de los
valores más apreciados en muchos lugares del mundo. Pero, ¿vale cualquier
coherencia?
Una persona defiende que
algunos seres humanos son "inferiores" y otros
"superiores". Si actúa coherentemente con esa idea, las consecuencias
pueden ser desastrosas...
Un político provoca a los
oyentes durante la campaña electoral al sostener que cortará las manos de los
ladrones. Si vence en los votos y es coherente...
Desde luego, la coherencia
facilita mucho las relaciones humanas. Ante alguien incoherente no sabemos cómo
actuará en unas horas ni cómo tratarle el día de mañana.
Pero la coherencia adquiere su
sentido justo solo cuando se trata de una coherencia sana, desde principios
correctos y comportamientos ajustados a los mismos.
Aquí podemos mirarnos al
espejo y preguntarnos: ¿qué principios dirigen mi vida? ¿En qué medida se
ajustan mis acciones con aquello que he escogido como luz para mis opciones?
Lo anterior vale para los
cristianos. Un bautizado será coherente con su fe si vive el Evangelio, si
asume su pertenencia a la Iglesia de modo responsable y maduro.
En cambio, si ese bautizado
día enciende una vela a Dios y al día siguiente una vela al diablo, según el
dicho popular, la incoherencia resulta nefasta.
Dios transforma los corazones
de quienes se abren a Su Amor. Si la transformación es plena, habrá una
coherencia sana, que se puede resumir en un sencillo mandamiento: amar a Dios y
amar al prójimo, con plenitud, con alegría, con esperanza.