Deseos y bienes
P. Fernando Pascual
6-8-2018
Deseamos un poco de silencio,
un buen helado, escuchar música agradable, encontrar el teléfono de un amigo,
descansar un poco más esta noche, recibir un diagnóstico que nos tranquilice.
Detrás de cada deseo hay
diferentes factores. Un deseo puede depender de un cambio de presión, de una
noticia recién recibida, del recuerdo de una noble amistad, de la constatación
de que hemos de arreglar algo en la familia.
Después, surge en nosotros,
con mayor o menor fuerza, un deseo. A veces nos movemos para alcanzarlo. Otras
veces llega a nuestra mente y nuestro corazón para quedar luego en el olvido o
en una lista más o menos larga de "asuntos pendientes".
Cuando alcanzamos aquello que
habíamos deseado, aparece con mayor o menor conciencia una valoración: ¿estoy
satisfecho? ¿Era algo tan bueno como yo esperaba? ¿No habré perdido el tiempo
con esta actividad? ¿Valió la pena? ¿Crecí como ser humano o me degradé como
alguien egoísta?
Nos damos cuenta, sea al
secundar un deseo, sea al dejarlo a un lado, sea al conseguirlo, que no todo lo
que deseamos tiene el mismo valor. Incluso en ocasiones salta a la vista que
aquel deseo (no responder a la llamada telefónica de un familiar) ha provocado
un daño, era algo malo...
Aristóteles distinguía entre
los bienes verdaderos y los bienes aparentes. Los primeros son aquellos que
producen un resultado que perfecciona objetivamente a la persona. Los segundos
son los que mueven de un modo concreto a quien siente y percibe algo como deseable.
El drama inicia cuando un bien
aparente (y deseado) provoca un daño real. O cuando el bien real no acaba de
ser reconocido (ni deseado) por uno mismo, por lo que permanece a un lado de
nuestro horizonte de opciones preferibles.
Al revés, el triunfo de una
existencia inicia cuando deseamos aquellas realidades (personas, acciones,
cosas) que son realmente buenas, que permiten avanzar hacia un amor auténtico,
que promueven la justicia, que abren espacios a mejoras, en el tiempo presente
y en la eternidad.
Por eso resulta necesario,
ante las diferentes opciones que la vida nos presenta, preguntarnos, y
preguntar a amigos buenos, sobre todo a Dios, cuáles sean aquellos bienes
aparentes que es mejor excluir de nuestros deseos, y aquellos bienes reales que
necesitamos acoger en la mente y el corazón para buscarlos apasionadamente...