Despedidas
P. Fernando Pascual
22-8-2018
Hay despedidas difíciles.
Porque juntos pasamos momentos buenos y momentos de tormenta. Porque nos
ayudamos y nos sentimos libres en una amistad sincera. Porque no sabemos si
será posible un reencuentro.
Pero llega la hora de decir
adiós. La partida pondrá distancias en nuestras vidas. Quizá tenues, gracias a
los medios electrónicos, pero no por ello menos reales: la relación no será la
misma.
Quedan tantos recuerdos de
experiencias compartidas. Diálogos, tal vez discusiones, trabajos en común,
momentos de dificultad, reencuentros, ayudas, regalos, ideales que empujaban
hacia nuevas metas.
La vida sigue su camino. No
termina una amistad, pero tampoco será como antes. Lo importante es ver lo
bueno compartido durante una etapa de la historia común para que siga
iluminando el presente y el futuro.
El adiós deja abiertas
posibilidades de reencuentro aquí en la tierra. Gracias a un viaje será posible
esa alegría del estar juntos, del constatar los cambios (también las canas) en
cada uno, de comunicarse una amistad auténtica.
No siempre ocurre ese
reencuentro. El pasar del tiempo puede enfriar una relación por la llegada de
nuevas personas en las respectivas vidas. Pero para el amor humano pleno
siempre quedan modos de mantener encendida la unión de espíritus.
Esperamos, desde la fe
compartida, reencontrarnos en el cielo, bajo el amor misericordioso de un Dios
Padre que envío a su Hijo. Fue ese Hijo el que llamó a los humanos
"amigos" y quiso estar siempre con nosotros en el Espíritu.
El tren o el avión tiene que partir. Un último abrazo, tal vez alguna lágrima,
y el viaje inicia. Dos amigos se despiden con pena, pero también con la certeza
de que lo bueno que les unió mantendrá su fuerza ahora y en el mundo definitivo
de los cielos...