RESCOLDO
El martes a la noche, luego
de lo ocurrido con uno de nuestros compañeros de mesa, no podía evitar que mi
mente se encontrase colmada de esas imágenes que estaban fijas en mi memoria.
Ya han pasado varios días y
aún mantengo muy presentes algunos momentos.
En el artículo anterior
hacía referencia a ese gesto surgido desde el alma de aquel hombre.
Muchas veces habíamos
conversado que algún día aparecería muerto. Nunca supuse me vería involucrado
con su situación final.
Al deberlo sacar de debajo
de la cama donde se encontraba tirado no tenía otra posibilidad que jalarlo de
sus tobillos.
Un frío inmenso tenía su
cuerpo y se hacía realidad en su piel.
Sentía que se lo iba
robando a la muerte por un breve espacio de tiempo.
Sentía la necesidad de
agradecer a Dios que me ponía en esa situación que no le permitía encontrar una
muerte tan trágica. Solo y tirado en el suelo debajo de una cama.
Habría de fallecer, rato
después, atendido y en una cama de hospital.
Sus manos ennegrecidas
eran, también, testimonio del frío interior que tenía en aquel momento.
Varias veces, durante la
noche, me desperté sintiendo aquel frío en mis manos.
En un determinado momento
toqué su frente para saber si también allí estaba el frío pero ella estaba,
tímidamente, tibia. Tal vez producto de algo de fiebre.
Pidió para tomar algo. En
su casa no tiene agua y, por lo tanto, debí acudir a la casa de una vecina para
solicitar tal cosa.
Tomó largos tragos y con
notoria avidez.
Casi inmediatamente le
pregunté si quería algo y volvió a decirme quería tomar algo.
Volví a acercarle el agua y
volvió a tomar como si hiciese mucho no lo hacía.
Le puedo asegurar, estimado
lector, nunca más habré de quejarme porque el agua salga con poca presión y no
pueda bañarme o alguna queja similar. En casa hay agua y está al alcance de mi
mano.
Sabía que mi presencia no
era suficiente como para tomar las decisiones que había que tomar y fui a
solicitar ayuda y la misma respondió con la presteza que uno podía esperar.
No pensé que aquella
persona me iba a decir “Vamos” sino que pensé iría a mandar alguno de los
funcionarios de aquella dependencia municipal.
No me dijo que en un rato
iría ni que estaba ocupada en otras cosas o algo por el estilo que bien podía
ser. “Vamos” fue su respuesta. Me pregunté si yo siempre respondía con tal
solicitud a algún reclamo que se me realizaba y no me supe responder. Tal vez
en alguna oportunidad respondí con presteza pero, también, en alguna otra
demoré mi respuesta.
Cuando asistieron los de
una emergencia móvil lo primero que dijeron era que había que cortar las ramas
de una enredadera que cubre el frente de la casa y hace uno deba entrar
agachado. Cuando se retiró en la camilla los mismos de la emergencia había
solicitado un machete en una casa y lo habían realizado ellos.
Me enteré de su
fallecimiento por una persona de la comunidad que se acercó hasta el hospital a
llevarle algunas cosas que podría necesitar. Yo había quedado en ir una hora
más tarde con uno de los muchachos de la mesa compartida.
Supo, ella, tener una
respuesta solidaria más presta que la mía.
Son todos rescoldos de lo
vivido durante la semana y que, sin duda, se han quedado en mí y lo comparto
con ustedes.
Padre
Martin Ponce de León SDB