CADA DÍA SU AFÁN
Diario de León
CARTA DEL PAPA AL PUEBLO DE DIOS
El lunes, 20 de agosto de este año 2018, el papa
Francisco dirigió una impresionante carta al pueblo de Dios, evocando “el
sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de
conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas”.
Según el Papa, “el dolor de las víctimas y sus familias
es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso
para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de
vulnerabilidad”.
• En primer lugar, nos llama a emprender un camino de
conversión, a asumir el dolor de nuestros hermanos vulnerados en su carne y en
su espíritu y a poner en marcha una ola de solidaridad hacia quienes necesitan
ser rescatados de su dolor.
• Es necesario y urgente superar esa ceguera cómoda y
autosuficiente que nos lleva a pensar que todo es lícito: “el engaño, la
calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad”.
• Reconociendo las medidas que ya se están tomando para dar seguridad y proteger la integridad de
niños y de adultos en estado de vulnerabilidad, propugna el Papa una mayor
cultura del cuidado en el presente y en el futuro.
• Según el espíritu evangélico, es preciso “aprender a mirar donde el Señor mira, a
estar donde el Señor quiere que estemos, a convertir el corazón ante su
presencia. Para esto ayudará la oración y la penitencia”.
• El Papa nos invita a la oración y el ayuno: “La
penitencia y la oración nos ayudarán a sensibilizar nuestros ojos y nuestro
corazón ante el sufrimiento ajeno y a vencer el afán de dominio y posesión que
muchas veces se vuelve raíz de estos males”.
• Además hay que superar un viejo clericalismo. Recuperar
“la conciencia de sentirnos parte de un pueblo y de una historia común hará
posible que reconozcamos nuestros pecados y errores del pasado con una apertura
penitencial capaz de dejarse renovar desde dentro”.
• Nos exhorta Francisco a pedir y cultivar “el don de la
compasión, de la justicia, de la prevención y la reparación”. La visión de
María al pie de la cruz nos enseñará a detenernos ante el sufrimiento del
inocente, sin evasiones ni pusilanimidad.
• Finalmente, hemos de pedir al Espíritu Santo “la gracia de la conversión y
la unción interior para poder expresar, ante estos crímenes de abuso, nuestra
compunción y nuestra decisión de luchar con valentía”.
Los dramáticos sucesos que han tenido lugar
posteriormente nos han llevado a recordar un paso de los Hechos de los
Apóstoles, según el cual, mientras Pedro estaba en graves dificultades, “la
Iglesia oraba insistentemente por él a Dios” (12,5). Este es el momento de
mantenernos unidos en la fe, en la fidelidad a la enseñanza de Jesús y en la
adhesión a su Vicario en la tierra.
José-Román
Flecha Andrés