Política, justicia y
sentencias
P. Fernando Pascual
6-10-2018
La sana política promueve el
bien común, la convivencia, la justicia, el respeto de los derechos
fundamentales. La política enfermiza prefiere tutelar intereses particulares,
daña la convivencia, va contra la justicia, no respeta los derechos
fundamentales.
En países que se declaran
democráticos existen políticos que, a nivel personal o apoyados por sus grupos
ideológicos, van contra la sana política al preferir quedar bien ante las encuestas,
controlar el poder por el poder, promover intereses más o menos mezquinos.
Por eso, cuando en esos países
algunos partidos políticos promueven la violencia callejera, o el amiguismo en
la distribución de los cargos públicos, o la rebeldía contra los jueces y
contra sus sentencias, estamos ante situaciones graves de descomposición
social.
Se esperaría que la gente que
ama el derecho y que busca la justicia haría lo posible por aislar a tales
políticos y por marginar a los partidos que los apoyan. Igualmente, los
sistemas jurídicos deberían acusar a quienes alientan desobediencias dañinas o
violan leyes básicas de convivencia.
Pero si en la sociedad una
importante parte de la población vive desinformada, o llega a creer que casi
todos los partidos políticos incurren en males como los mencionados, ¿qué
esperanza puede haber para una regeneración social? ¿Cómo reaccionar si no
aparecen en el horizonte políticos honestos, capaces de promover en serio el
bien común?
No resulta fácil superar la
crisis que se produce en un Estado cuando una buena parte de los dirigentes ha
perdido el norte y trabaja en contra de sus obligaciones básicas. Sobre todo
cuando con tanta frecuencia hay políticos que hablan y que defienden en público
delitos que merecerían un castigo adecuado, que critican a los jueces y que
amenazan con rebelarse ante sentencias justas.
Conserva una triste actualidad
la famosa pregunta de san Agustín: sin la justicia, ¿no se convierten los
reinos en bandas de ladrones? Al revés, llena de esperanza la frase opuesta:
cuando en un Estado hay quienes buscan como objetivo fundamental la justicia y
la concordia, existen posibilidades de regeneración social, de auténtico
progreso y de verdadera paz.