MONSEÑOR ROMERO
El próximo domingo será
canonizado Monseñor Oscar Arnulfo Romero.
1980 no es una fecha muy
lejana como quizás lo sea El Salvador.
Era tiempo de conflictos y
de posiciones radicalizadas.
Mons. Romero había ido
viviendo una profunda y difícil transformación.
Cuando fue nombrado
arzobispo un trozo del clero del país respiró aliviado puesto había sido
nombrado un obispo conciliador y lejano de involucrarse con la situación
política del momento.
Otro trozo del clero del
país vio con preocupación su designación puesto que la realidad reclamaba un
tipo de pastor involucrado y comprometido con los sufrimientos del pueblo.
Lo que nadie supuso era la
capacidad es escucha de la Palabra de Dios desde las vivencias de la gente que
poseía el nuevo arzobispo.
Poco a poco fue viviendo,
en carne propia, lo que implicaba asumir a Jesús que siempre vive entre los
necesitados.
Debió ir acompañando
familias que vivían la pérdida de un ser querido.
Fue experimentando lo que
significaba ser coherente con Jesús.
Perdió a curas con los que
tenía profunda cercanía.
Perdió el apoyo de muchas
personas influyentes del país.
Se sentía cada vez más
cercano con los que sufrían la violencia y la persecución por postura
ideológica y más lejano de aquellos que se valían de
la fuerza para imponer sus ideas.
Sin duda no debe haber
sido, para él, nada fácil asumir que, de esa forma, era fiel a lo que Dios le
estaba pidiendo.
Corría riesgos y su voz era
cada vez más comprometida.
No lo hacía por una
ideología sino por fidelidad al evangelio.
Cada vez su postura
resultaba más incómoda y molesta pero ello no le amilanó sino que lo
comprometió un algo más.
Fue entendiendo, cada vez
más, a aquellos que arriesgaban la vida o la perdían en pos de trozos de
justicia y libertad.
Él, que los había
censurado, podía ver desde ellos y asumir que por esos caminos estaba la
fidelidad a Jesús.
Por más que muchos
pretendían acallar su voz esta cada vez adquiría más oyentes y más potencia.
Unos le escuchaban para censurarle y otros para animarse y comprometerse.
Poco a poco se fue
transformando en el arzobispo que nadie suponía habría de ser.
Poco a poco se fue
transformando en el Pastor que Jesús le reclamaba fuese.
Nunca dudó de que, en algún
momento, las fuerzas del poder actuarían contra él para silenciarlo o quitarle
del medio.
Intentaba ser coherente y
sabía que ello le implicaba afrontar los mismos riesgos que los corridos por
Jesús.
La violencia era tal que el
país vivía una de las peores guerras. La de entre hermanos y por cuestiones de
ideas o posturas.
El Obispo conciliador se
transformó en acusador.
El Pastor tranquilo se
volvió incómodo por defender su grey.
El sacerdote de los ritos y
las prácticas se hizo voz de los que no podían ser escuchados.
Una mañana, mientras
celebraba la eucaristía, desde muy cerca del altar fue abatido por un disparo.
Su vida se desplomó al pie
del altar y se prolongó en su pueblo.
Su voz se silenció para
prolongarse hasta hoy donde el domingo que viene será canonizado.
Padre Martin Ponce de Leon SDB