SAN PABLO VI
El domingo será canonizado
y, merece unas líneas.
Era un hombre de Iglesia
acostumbrado a tareas complejas.
Ninguna de esas tareas
habría de ser tan compleja como suceder, en el papado, a Juan XXIII.
Había dejado al Concilio
Vaticano II a mitad de camino. Se decidió por continuarlo.
Un tiempo del mundo de
convulsión y cambios.
Florecían los conflictos a
nivel mundial y dentro de la Iglesia.
El Vaticano II habría
posibilidades insospechadas. Muchos se aferraban a lo tradicional para no
perder lo obtenido y otros se jugaban a grandes cambios para responder a los
tiempos.
No solamente continuó con
el Concilio sino que lo llevó hasta el fin cuando muchas voces se alzaban
pidiendo se dejase a medio camino.
En esa realidad su figura
fue muy cuestionada por unos y por otros. Por alentar los cambios o por no
jugarse por cambios radicales que iban surgiendo.
Fue de los primeros Papas
que experimentó la necesidad de viajar para mostrar al Pastor cercano a
realidades que le necesitaban.
Puso, con su visita, en los
ojos del mundo la figura de la Madre Teresa de Calcuta.
Abolió el uso de la tiara,
triple corona símbolo del poder papal, y donó la que usaba para que fuese
vendida en favor de los pobres.
Nombró muchos obispos que
tenían una abierta vocación por los más necesitados y tal cosa le significó el
cuestionamiento de muchos dentro de la Iglesia.
Sabía que los grandes
cambios que necesitaba la Iglesia debían darse con pasos pequeños pero firmes.
Por ello frenaba las prisas de algunos e intentaba empujar la resistencias de
otros. Por este motivo no faltaron quienes le vieron como un alguien dubitativo
e inseguro.
Fue un tiempo donde muchos
sacerdotes dejaron el ministerio alentado por el Papa. Sostenía que era mejor
abandonar el ministerio que estar a disgusto en el ejercicio del mismo.
El mundo avanzaba a grandes
pasos. La ciencia y la tecnología
realizaban inmensos avances y él, parecía, no tener mucha prisa en acompañar
tales avances aunque siempre estaba acompañando tales progresos.
No debe de haber sido nada
sencilla su tarea puesto que todo era complejidad y prisa.
Sin pausa y sin prisa fue
impulsando cambios dentro de la postura de la Iglesia en el mundo.
Porque conocía muy bien el
interior del funcionamiento de la Iglesia sabía no podía embanderarse con
ninguna postura ya que, de hacerlo, la Iglesia habría de rechinar corriendo el
riesgo se rompiesen muchos engranajes.
Solamente él sabía lo
difícil de su tarea y lo mucho que debe de haber sufrido.
Las necesidades del momento
y su amor a la Iglesia deben de haberle hecho pasar más de una noche en oración
y vela.
A medida pasó el tiempo uno
toma conciencia de la real dimensión de su figura y la convicción con que
desempeñó su tarea.
Poco tiempo después se
darán muchos pasos hacia atrás y se frenarán caminos que el Vaticano II y él
habían promovido.
Sabía darse tiempo para
leer algún “best seller”
para empaparse de la mentalidad y el lenguaje de los hombres de su tiempo.
Por su amor a la Iglesia,
por su sintonía con la realidad y su fidelidad a Jesús es que el domingo será
canonizado.
Padre
Martin Ponce de Leon SDB