Palabras usadas como etiquetas
de condena
P. Fernando Pascual
13-10-2018
En numerosos pueblos, a lo
largo de la historia, se han usado y se usan palabras que sirven como medio
para condenar a personas concretas por sus ideas, por sus conductas, o por otros
aspectos (raza, constitución física, clase social, etc.).
La lista es enorme y en
algunos lugares cambia con el pasar del tiempo. Pensemos, como un ejemplo
sencillo, que hace siglos el uso de la palabra "hereje" implicaba un
fuerte rechazo, incluso física. Hoy muchos usan la palabra "fascista"
como condena sin apelación contra quienes defienden ciertas ideas.
Es parte de la condición
humana el que unas ideas y comportamientos sean vistos de modo positivo, y
otros de modo negativo. El uso de palabras que sirven como etiquetas de condena
refleja la dimensión de rechazo en los juicios humanos.
Pero ocurre no pocas veces que
se abusa de ciertas palabras condenatorias, o que se usan de modo equivocado,
o, lo que es peor, que sirven como instrumentos para defender intereses
mezquinos y para destruir a los que tienen ideas que podrían ser analizadas con
más serenidad en un sano pluralismo.
Pensemos, por ejemplo, en una
discusión pública sobre modos de organizar la economía. Resulta fácil, para
algunos defensores de una mayor libertad de mercado, etiquetar a los
adversarios como "comunistas". Del otro lado, entre quienes defienden
una mayor intervención estatal, fácilmente habrá voces que acusen a los
opositores como explotadores capitalistas, o como fascistas camuflados.
Si, además, observamos algunos
comentarios que corren en el mundo de Internet, o en los chats entre amigos, o
en las reuniones donde hay más confianza, saltará a la vista que muchos abusan
de términos despectivos e insultos orientados a neutralizar, incluso a
destruir, a los "adversarios".
Por eso resulta importante,
antes de usar ciertos términos, detenerse y analizar los argumentos en
cuestión, para reconocer que hay ideas que pueden ser debatidas con calma y
equilibrio si se evitan etiquetas de condena y se busca entablar un diálogo
auténticamente constructivo.
¿Es posible lo anterior? Si
hay un sincero respeto hacia las personas, y si se recurre al debate en su
sentido más valioso, como instrumento para ofrecer ideas y para escuchar a quienes
sostienen ideas diferentes y válidas en una convivencia amable, será no solo
posible, sino que ayudará a construir puentes y a mejorar los respectivos
análisis a la hora de comprender la realidad y de proponer acciones orientadas
a mejorar la vida de las personas y de los pueblos.