Los totalitaristas ante la
familia
P. Fernando Pascual
19-10-2018
La familia tiene una fisonomía
propia, pues permite que sus miembros, desde los lazos de sangre y la
convivencia diaria, crezcan según convicciones y actos que plasman en gran
medida los modos de seres de cada uno.
Para quienes buscan un Estado
totalitario, donde los gobernantes desean imponer un modo de pensar y de vivir
a la gente, la familia es una estructura sumamente peligrosa, un enemigo
potencial que debe ser destruido.
Por eso se comprende cómo
teóricos del totalitarismo del pasado o del presente exalten la educación
pública por encima y en contra de lo que pueda aprenderse y experimentarse en
la familia.
El mundo que se autodeclara democrático no está exento de grupos totalitarios
que intentan imponer a las familias criterios e ideas por encima de la sana
autonomía que caracteriza la vida de cada hogar.
Ante ese tipo de
totalitaristas "democráticos", y ante los totalitaristas de países
dictatoriales, las familias sanas responden con esa naturalidad y esa firmeza
de quienes saben que los hijos no son propiedad del Estado, sino que tienen
derecho a crecer y desarrollarse en el contexto familiar.
Esa firmeza será atacada una y
otra vez por los totalitaristas, algunos capaces de crear leyes específicas
orientadas a imponer ideologías concretas por encima de los sanos principios y
creencias de las familias.
Esos ataques muestran el miedo
que tiene el totalitarismo al pensamiento autónomo y libre que surge en
familias bien fundadas y enriquecidas por lazos de amor y por ideas propias.
Porque, lo saben los
totalitaristas de todos los tiempos, las ideas que se acogen en la familia,
desde contextos de libertad y de cariño, resisten con una fuerza inimaginable a
las dictaduras y a los ideólogos de todos los tiempos.
A las familias que resisten
contra viento y marea a los estatalistas del mundo
moderno les debemos mucho. Reconocer su mérito, imitar sus buenos ejemplos, y
apoyarlas, permitirá construir barreras contra las dictaduras del presente y
promover un mundo realmente abierto a la libertad que surge en los hogares
donde conviven padres e hijos que se aman.