IMPOSIBLE DIALOGAR

 

Más o menos siempre llegan a la misma hora.

Uno lo hace cerca de las 19, otro en cercanía de las 20 y el último, media hora después.

Parecería se hubiesen organizado para hacerlo de esa manera puesto que casi todos los días es así.

En oportunidades alguno adelanta su llegada pero son contadas las veces que se revierte el orden y el horario.

Una noche uno de ellos demoró su llegada.

Esperé hasta casi las 22 y no se hacía presente.

Supuse no habría de llegar. Diversas razones se me ocurrían para decirme no se habría de presentar esa noche.

Me acosté y, como lo hago siempre, aproveché la noche para leer algo.

Pasadas las 23 apagué la luz e intenté pescar el primer sueño que pasase.

Estaba en eso cuando la insistencia del timbre me despierta completamente.

Prendo la luz, miro la hora y comienzo a vestirme para silenciar un timbre que continuaba sonando estridente.

Voy decidido a hacerle ver lo impropio de su hora de llegada.

Abro la puerta y trata de entrar pero sus movimientos no son coordinados y demora su entrada.

Me doy cuenta está tan tomado que no vale la pena esbozar alguna palabra.

Ingresa tastabillando pero una vez que supera algunos escalones se va hablando consigo mismo y se encamina al lugar donde duerme.

Yo regreso a la cama para volver a leer y esperar a que el sueño aparezca por el dormitorio.

A la mañana siguiente, antes de que se marche, le digo sobre la hora de su llegada anoche.

Me explica que se había encontrado con un amigo y se había quedado tomando.

Le hago ver que no puede pensar solamente en él, que debe tener en cuenta que si llega muy tarde va a molestar a quienes tienen derecho a descansar puesto que el timbre despierta a todos.

Le pido venga antes de las 22 ya que después de esa hora no le voy a abrir.

Antes de retirarse le recuerdo que debe estar antes de las 22. Protesta porque no le permito encontrarse con algún amigo.

Esa noche el timbre comienza a sonar a las 0, 30. Suena con insistencia pero debo cumplir con lo dicho y no abrirle.

Después de casi quince minutos insistiendo con el timbre decide marcharse.

Me quedo dando vueltas en mi cama porque sé que dormirá en la calle. Intento suponer el lugar donde dormirá.

Me fastidio conmigo puesto me cuesta conciliar el sueño mientras él, tirado en cualquier lado, ha de estar durmiendo su sueño colmado de alcohol.

Por la tarde es el primero en llegar. Cuando le abro lo primero que hace es reprocharme lo desprecié y no le abrí y debió dormir tirado como un perro.

Le recuerdo le había dicho hasta que hora podía llegar y me dice que no recuerda le haya dicho tal cosa y que lo desprecié porque es una basura.

Empeñado en hacerme quedar mal le manifesté mi convicción de no molestarme por sus palabras y la certeza de haberle dicho lo del horario y que volvería a reiterar mi comportamiento siempre que llegase después de las 22 y que no hablaba más del tema.

Es imposible tratar de dialogar cuando alguien es incapaz de reconocer su posible error. Es imposible dialogar cuando alguien se pone en la postura de que los demás son los equivocados. Hay veces en que dialogar es un imposible.

 

Padre Martin Ponce de Leon, S.D.B