AUTOCRÍTICA
En el artículo anterior
hablaba de lo imposible que resulta poder dialogar con algunas personas.
Ponía, como ejemplo, el
caso de una situación extrema donde todo hace comprensible la imposibilidad de
un diálogo coherente.
Era, tan sólo, un ejemplo
para adentrarme a esta realidad tan necesaria hoy.
Cuando uno mira la realidad
descubre lo importante, honesto y necesario que se hace la autocrítica.
Todos los ámbitos de
nuestra realidad nos están mostrando esta necesaria necesidad.
Parecería estuviese
prohibido reconocer equivocaciones propias.
Para el gobierno los
errores son debidos a la oposición y para estos los errores los comete el
gobierno.
Para los empresarios los
errores son debido a los trabajadores y los trabajadores señalan a los
empresarios como los responsables de ellos.
Para los directores
técnicos su equipo mereció el triunfo pero se lo impidió el juez con sus fallos
parciales o los contrarios con un juego anti- juego.
Para los curas la
responsabilidad es de los fieles que no colaboran y los fieles responsabilizan
a los curas que no dan participación.
Los profesores
responsabilizan a los alumnos por su falta de capacidad de estudio y los
alumnos a los profesores por no hacer interesante las materias.
Siempre los demás son los
culpables.
“Nadie es dueño de la
verdad” era una realidad asumida por casi todos. Hoy es, parecería, una frase
que ha perdido sentido y verdad.
Hoy son muchos los que, por
carecer de autocrítica, se han convertido en poseedores de la verdad o, mejor,
de la ausencia de equivocación.
No lo dicen ni lo proclaman
pero con su actitud lo gritan a los cuatro vientos.
La ausencia de autocrítica
nunca es justificable porque implica necedad y
mente obtusa.
La ausencia de autocrítica
conlleva la convicción de su no necesidad de cambio o de corrección de
posturas.
La ausencia de auto crítica
va llevando, progresivamente, al encerramiento en uno mismo. Los demás se van
haciendo, cada vez más, seres que no necesitan tenerse en cuenta y, por lo
tanto, vivir en y para uno mismo.
Reconocer errores está
lejos de ser un acto de debilidad o vergüenza.
Se requiere de mucho coraje
para reconocer equivocaciones o la posibilidad de ello.
Reconocer equivocaciones
es, sin duda, un acto de grandeza personal.
Para el cristiano debería
ser imprescindible la autocrítica. Sin ella no precisamos de Jesús que nos
ayude a ser coherentes.
Para el cristiano la
autocrítica debe ser una postura de vida puesto que no hay una única manera de
ver la vida y de posicionarse ante ella.
La ausencia de autocrítica
vuelve a una persona en fundamentalista porque único poseedor de la verdad.
Cuando miramos la historia
descubrimos los grandes errores cometidos por los fundamentalistas de cualquier
signo y ello se debe al hecho de no necesitar sino de imponer.
Hoy se habla mucho de la
necesidad de la cultura del diálogo pero sin autocrítica jamás existirá un
diálogo auténtico.
Es la base para buscar,
respetar y escuchar.
La autocrítica es
necesaria, urgentemente necesaria, para ayudarnos a buscar una verdad que nunca
será posesión de nadie y, mucho menos, de los fundamentalistas.
Padre
Martin Ponce de León SDB