La belleza de la transparencia
P. Fernando Pascual
26-10-2018
A escondidas se preparan
robos, se destruye la fama de inocentes, se cometen crímenes, se organizan
rebeliones, se toman acuerdos y decisiones que favorecen a los poderosos en
contra de los débiles.
En cambio, en la transparencia
y en la sinceridad se construyen relaciones sinceras, se maduran acuerdos por
el bien común, se trabaja por la paz y la justicia, se busca la defensa de los
débiles y los más necesitados.
La belleza de la transparencia
surge cuando no hay nada que ocultar, porque se busca en todo lo correcto.
Desde ella, quienes dialogan y toman decisiones, y los que observan desde
fuera, sienten la seguridad de que todo está puesto sobre la mesa.
Desde luego, hay situaciones y
momentos que dificultan la transparencia, sin que ello signifique que estamos
ante una situación dañina o peligrosa. Pero en sociedades sanas y en mentes
honestas, la transparencia sirve como antídoto para el engaño y como fuente de
sosiego.
En un mundo donde no faltan
reuniones secretas, acuerdos no divulgados, pactos misteriosos, movimientos de
capital confusos y, en ocasiones, teñidos de abusos y amenazas, la
transparencia permite entender lo que pasa y evaluarlo serenamente.
La transparencia no lo arregla
todo, ni resulta fácil en tantas situaciones de conflicto y de crisis. Pero al
menos deja abiertas las ventanas al aire bueno y exige a los interlocutores un
compromiso sincero por la honestidad y por la justicia.
Ello ocurre no solo porque
otros observan, lo cual ayuda mucho más de lo que imaginamos; sino porque los
asuntos sobre los que se discute están mejor orientados a promover el bien
cuando se trabaja desde la verdad en la transparencia.