ACCIÓN
EVANGELIZADORA
Podría entenderse que ello
es hacer conocer los relatos evangélicos.
Evangelizar no es enseñar
sino compartir la buena noticia que poseen los relatos evangélicos.
No es enseñar sino
compartir.
Evangelizar es compartir,
con gestos bien concretos, la realidad de que Dios nos ama.
Evangelizar es vivir y
compartir una experiencia de amor.
El primer paso de la
evangelización es saberse amado por Dios.
No porque no se sienta
mejor que los demás sino porque uno se sienta aceptado y comprendido desde
todos sus errores.
No es saber que uno puede
ser mejor y cuando lo sea será amado por Dios.
Es saberse amado hoy en lo
que uno es.
Esa experiencia de amor
hacer que uno se sienta aceptado y respetado pese a sus innumerables
equivocaciones.
Es allí donde uno llega a
la convicción de que puede ser mejor y hace de su vida un intento constante.
Es acercarse a otra persona
para hacerle saber que también es persona.
Toda persona es razón del
amor de Dios.
Dios acepta a cada uno tal
como es y jamás desprecia a nadie.
Por eso, la primera tarea
del evangelizar, es hacer que otros se sepan personas porque tratados como
tales.
Allí comienza la
evangelización.
Ayer conversaba con un
joven y me decía: “Comencé a cambiar cuando me di cuenta que siempre me miraban
con cariño”
Esa es la tarea
evangelizadora que la realidad de hoy nos está pidiendo realicemos.
No es una tarea sencilla
puesto que, muchas veces, sufriremos desaliento o frustración.
No es una tarea sencilla
puesto que no es nada simple respetar y aceptar los tiempos de los demás ya que
ellos no son, necesariamente, nuestros tiempos.
En oportunidades nos
dejamos ganar por la mentalidad del hoy donde todo tiene prisa y debe ser “ya”
Evangelizar es respetar los
procesos que cada uno puede y debe
vivir.
Evangelizar es un respeto
que se vuelve darse sin esperar a cambio.
Evangelizar es actuar por
convicción y no para esperar resultados. Hago lo que realizo porque ello es lo
que debo.
Claro, nosotros solemos, a
esta última frase, agregarle “para que el otro….” Y ese suele ser nuestro error
conceptual.
No somos quienes para
pretender modificar al otro. Jamás podemos ignorar que el otro ha llegado a ser
como es, quizás, impulsado por experiencias de vida que nos son fáciles de
olvidar o dejar de lado.
Un día se nos ocurrió poner
un calefón para que se pudiesen duchar con agua caliente. Debe de haber pasado
más de un mes donde nadie utilizó lo que poníamos a disposición de ellos. Con
el paso del tiempo alguno llegaba por la tarde a solicitar poder darse una
ducha. Hoy lo utilizan con naturalidad y normalidad. Debieron realizar un
proceso que no correspondía a nuestros tiempos. Luego de casi tres meses de
desocupación la ducha tiene razón y utilidad.
Pongo este ejemplo tonto
para hacer ver como los procesos de cambio no pueden responder a nuestros
intereses pero, sin duda, la evangelización siempre es eficaz.
Nunca es sencillo que
alguien se descubra persona cuando todo, parecería, indicarle lo contrario.
Luego vendrá el ayudarles a que se descubran útiles y necesarios.
Padre Martin Ponce de Leon SDB