El sexto mandamiento
La fábula del águila infiel
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Para
completar su catequesis sobre el sexto mandamiento, el Papa Francisco quiso
ahondar su reflexión subrayando la fidelidad como distintivo del verdadero amor.
Y aunque prohíbe el adulterio para los esposos, al tratarse de una fidelidad en
el amor, atañe a todos.
El
modelo de un amor fiel es el de Jesucristo. El amor fiel de Cristo es la luz
para vivir la belleza de la afectividad humana. Pero, ¿cómo se manifiesta el
amor? Con la fidelidad, la acogida y la misericordia, dice el Papa Francisco.
2) Para pensar
La
fábula “el águila y la zorra”, aunque dolorosa, afirma en su moraleja la
necesidad de ser fiel a quien amas.
Érase
una vez un águila y una zorra que vivían en el bosque y cada día se encontraban
cuando iban a cazar. En poco tiempo se convirtieron en grandes amigas. El
águila vivía en lo alto de un árbol y allí mantenía a sus polluelos. La zorra
escarbó su madriguera junto a un matorral donde tuvo a sus crías.
Pero
sucedió que hubo una gran escasez de comida. Y un día, mientras la zorra salió
a buscar comida, el águila no contuvo la tentación y se lanzó al matorral para
cazar a los cachorritos indefensos que subió al nido y se los comió junto a sus
polluelos.
Cuando
la zorra regresó le dolió profundamente la muerte de sus crías, y le nació el
deseo de vengarse, pero no podía subir a lo alto del árbol.
Un
día había un grupo de campesinos estaban sacrificando una cabra. El águila voló
y arrancó una de sus vísceras, pero junto con ella se llevó pegada una paja
encendida que no vio. Cuando la depositó en el nido, provocó un fuego que acabó
con la vida de sus polluelos. Cuando cayeron del nido, allí estaba la zorra
para comérselos delante de su madre.
La
moraleja invita a no aprovecharse de unas circunstancias para faltar al amor
debido.
3) Para vivir
San
Pablo invita a los esposos a amar a sus esposas, así como Jesús amó a la
Iglesia, es decir de una manera total, sacrificada e incondicional. Ese amor de
Cristo, también lo ha de vivir cualquier persona, casada o no. Así, toda
persona está llamada a vivir ese amor esponsal de Cristo
para su Iglesia.
La
persona infiel es inmadura, pues interpreta las situaciones según su propio
bienestar y satisfacción. Por ello, los esposos ya no han de pensar en sí
mismos, sino en los dos, y eso es un camino hermoso, es el camino del amor.
Cuando la persona sale de sí misma por amor, entonces todo acto se vuelve
conyugal: al trabajar, hablar, decidir, se tiene una actitud acogedora y
oblativa.
Toda
criatura humana está destinada a amar y ser amada. Y ha de amar con su cuerpo y
su alma. Por ello, el cuerpo humano no es un instrumento de placer, sino el
lugar de nuestra llamada al amor, y en el amor auténtico no hay espacio para la
lujuria, el pecado o su superficialidad. Así se entiende el significado
completo de la sexualidad.
Se
puede decir que toda vocación cristiana es conyugal. El sacerdocio, o la
virginidad, por ejemplo, han recibido la llamada a servir a la comunidad con
todo el afecto, el cuidado y la sabiduría que el Señor da, y no necesitan
casarse para tener un amor pleno. Aman con toda la paternidad, la ternura,
generosidad y la fuerza de un esposo y de un padre.