LLAMATIVO
Desde hace muchos años (más
de quince) todos los años soy invitado a acompañar en una eucaristía del día
dos de noviembre.
Dicha eucaristía se celebra
en el Parque Martinelli de Carrasco.
Cuando “el Parque” comenzó
yo era el único cura que vivía en la zona y ello hizo me vinculase con la
empresa.
Desde ese tiempo todos los
años (salvo el año pasado) me han invitado para que pronuncie un breve divague.
Desde el primero, para no
divagar demasiado y ser concreto, he ido con el texto escrito.
Luego de una eucaristía
hace unos años, conversaba con el titular de la empresa y se nos acerca una
señora y me dice: “¿Cómo puedo hacer para conseguir lo que leyó?”. Recuerdo que
metí la mano en el bolsillo y le dije “Sírvase” y le entregué lo leído.
Una vez que la mujer se
hubo alejado me dice con su voz grave y serena: “Padre, eso es márquetin”
Desde esa vez llevo alguna
copia extra.
Para este año me había
detenido en “la puerta de al lado” que es como denomina San Agustín al “lugar”
donde se encuentran los difuntos y concluía leyendo un poema titulado “No me he
ido”.
No había salido del lugar
donde se celebró la eucaristía cuando veo venir hacia mí a una señora. “Padre,
¿ya le pidieron lo que leyó?” “No, sírvase” y le entregué las hojas.
Estaba apenas salido de la
carpa añadida a la capilla cuando una joven me dice: “¿Cómo puedo tener lo que
leyó?” “Espérame y te traigo una copia”.
Iba de camino al auto a
buscar la copia prometida cuando una señora me detiene. “¿Puedo darle un beso?”
Me lo da y prosigue su camino.
Saco la copia y me
encuentro con una de las hijas de la familia de la empresa. “Gracias por sus
palabras, fueron muy reconfortantes” me regaló un abrazo y un beso. Le di a
ella la copia que había sacado y busqué otra en el auto.
Con la copia en la mano fui
hasta donde me esperaba la joven.
En diversas oportunidades
me agradecieron las palabras y tal cosa no dejaba de llamarme la atención.
Me resultaba llamativa tal
repercusión.
Me preguntaba qué podía
haber resultado tan llamativo para aquellas personas.
Comparto con ustedes las
conclusiones a las que he arribado.
No fueron más de cinco
minutos lo por mí leído.
No se utilizó un lenguaje
rebuscado o solemne.
Se utilizó un lenguaje
sencillo y entendible para los presentes.
Se encaró desde realidades
muy comunes cómo pueden ser algunas de esas preguntas que podemos tener sobre
el más allá de la muerte.
No se encaró desde una
experiencia de fe tan intensa que deja de lado a la mayoría.
No se apeló a revolver lo
doloroso de la pérdida de un ser querido ni a poner el dedo en la herida de los
presentes.
Busqué pudiesen encontrar
unas palabras de consuelo y cercanía.
Leí un texto esperanzador y
reconfortante.
Un texto conmovedor pero, a
su vez, muy gratificante.
Esas fueron mis
conclusiones tratando de explicar una experiencia que me había resultado
llamativa.
De regreso le daba gracias
a Dios de haber podido ser útil y de haber sido invitado a vivir tal
experiencia.
Le daba gracias a Dios de
haber servido para que alguien, en un día tan particular de recuerdos, pudiese
encontrar unas palabras de consuelo.
Por ello lo quería
compartir con ustedes porque todo me resultó demasiado llamativo.
Padre Martin Ponce de Leon SDB