IDIOMA
Una de las realidades
demostrativas de mi vejez es el hecho de, muchas veces, no llegar a entender el
idioma de los jóvenes.
No hago mención al lenguaje
escrito puesto que el mismo con imaginación y paciencia resulta entendible.
Hago referencia a ese
lenguaje hablado que, muchas veces, me resulta inentendible.
En lo personal este tema me
tiene “cariado”.
No es que quiera hablar
como ellos pero, sí, por lo menos, entenderles debidamente.
Sucede que es un lenguaje
de expresiones fugaces ya que cada tanto va cambiando las mismas.
No es un lenguaje rico o
abundante puesto que cuando una expresión cae en desuso es borrada de su
menguado diccionario.
Sin duda uno no está en
contacto con los “lumpen” de la ciudad y, por lo tanto, podría tener un mayor
conocimiento del lenguaje juvenil.
Se escuchan, en sus
relatos, algunas de esas expresiones y surge un llamado de alerta para poder
asimilarla e incorporarla al lenguaje con ellos.
Es importante, antes de
algún llamado de atención, aclarar que uno no desea “bardearlos”
sino, simplemente, hacer un aporte a la convivencia.
Con mucho cuidado deberá
referirse a su “ñeri” porque sabe lo habrá de
defender por sobre todas las cosas.
Deberá ponerse a la
defensiva puesto que uno puede “pirar mal” en algunas conclusiones a las que
puede llegar.
Por ello no es muy sencillo
hablar con ellos.
Se sabe tienen códigos que
no son los de los tiempos en los que uno se formó y deben ser respetados en
ellos aunque debe ayudarles a ver otras realidades.
Ese conflicto de intereses
no es sencillo de compaginar puesto ellos defienden su libertad y sus intereses
de corto plazo.
Para ellos todo es “ya” y
no tienen lugar para proyectarse a largo plazo.
Uno les escucha y “flashean” en sus proyectos y objetivos.
Para ellos nada es más
importante que lo inmediato. Parecería no importasen las consecuencias de sus
actos.
Se “amarrocan”
con una idea y no la abandonan hasta no conseguir la misma sin importarles los
medios para tal cosa.
Muy lejos están de lo que uno
pueda pensar de ellos, por su comportamiento, puesto que lo que les importa es
poder lograr lo que se han propuesto.
En ellos se da aquello de
que el fin justifica los medios por más que uno sepa que tal principio no sea
correcto.
Hoy en día los técnicos
hablan de ellos como adolescentes aunque por su edad hace tiempo dejaron tal
tiempo vital.
Es que mental y por
conducta continúan inmersos en una prolongada adolescencia.
He puesto, en este
artículo, entre comillas algunos de sus términos pero no quiere decir que los
continúen utilizando.
Cuando aprendemos a
utilizar alguna de las palabras de su idioma ellos ya no utilizan más a las
mismas por eso es que, estoy seguro, este artículo no es otra cosa que
testimonio de mi vejez.
No me importa tal cosa ya
que mucho más me importaría no haber escuchado nunca tales manifestaciones del
idioma juvenil.
Tal cosa sería el tener la
certeza de estar muy lejos de los jóvenes de hoy. Al menos de algún sector de
las juventudes de hoy.
No puedo decir dónde
aprendo tal idioma porque nada es más grave que ser “buchón” y no deseo serlo.
Padre
Martin Ponce de León. SDB