Discusiones bien llevadas
P. Fernando Pascual
30-11-2018
Discutir resulta mucho más
agradable y productivo cuando, junto al respeto, se fomenta un clima de
atención a los diferentes argumentos y se evitan manipulaciones con las que
algunos buscan crear confusión y tensiones.
Sobre esas manipulaciones, un
ejemplo entre los miles que se podrían señalar. Dos personas discuten acerca de
una noticia reciente sobre la presunta corrupción entre políticos de un partido
político.
Uno afirma que mientras los
tribunales no analicen el caso hay que suponer la inocencia de los acusados. El
otro responde que afirmar eso significa promover el encubrimiento y dejar
impunes los delitos de los políticos.
Salta a la vista la maniobra manipulatoria del segundo interlocutor. Porque defender la
presunción de inocencia no significa estar a favor del encubrimiento de los
culpables (mientras no se pruebe que lo sean).
Si, como reacción, quien habló
en primer lugar responde con armas semejantes y reprocha a su oponente que incurre
en actitudes de caza de brujas y de desprecio hacia los implicados porque tiene
prejuicios ideológicos, la discusión se pondrá al rojo vivo...
Por eso, para que una
discusión sea llevaba de manera adecuada, hay que mirar uno por uno los
argumentos ofrecidos y analizarlos serenamente, con objetivos bien definidos:
precisar lo que defiende cada uno, y luego evaluarlo en sus elementos válidos y
en sus posibles errores.
Solo así se podrán construir
discusiones bien llevadas, esas que acercan a las personas entre sí y hacia la
verdad, a pesar de sus diferencias iniciales.
Cuando hay honestidad y se
exponen las propias ideas serenamente, entonces los interlocutores entenderán
mejor lo dicho por el otro, y buscarán aquello corregible y aquello mejorable
en cada punto de vista.