Indeterminación y vida ética
P. Fernando Pascual
30-11-2018
Vivir éticamente significa ser
capaces de actuar en modos buenos, sea respecto de nosotros mismos, sea
respecto de los demás.
Podemos actuar de esa manera
porque somos seres indeterminados respecto de muchos ámbitos de la acción.
La idea viene de Aristóteles.
Una piedra está determinada a comportarse de una manera fija, estable, que
podemos describir con leyes bastante precisas.
Una persona en estado de
lucidez, en cambio, no actúa de modo fijo, ni siempre escoge el bien. Está,
constitutivamente, abierta a lo indeterminado: puede elegir libremente entre
opciones diferentes.
No todos aceptan que los seres
humanos seamos libres, porque hay quienes suponen que estamos siempre determinados.
Para algunos pensadores del pasado, y algunos del presente, estamos sometidos a
un destino férreo que regula y controla todas nuestras acciones.
Para otros, en cambio,
dependemos de la sociedad, que imprime en nuestra mente y en nuestra voluntad
modos de comportarnos que no podemos cambiar, que nos condicionan y dirigen de
modo inexorable.
Otros buscan explicar y fundar
nuestras decisiones supuestamente libres en el inconsciente, o en fuerzas
instintivas, o en mecanismos neuronales y hormonales determinados.
Más allá de esas y de otras
teorías que niegan la libertad y que, por lo tanto, suprimen la posibilidad de
actuar éticamente, cada día experimentamos cientos de situaciones en las que
escogemos de modo indeterminado, abierto tanto al bien como al mal.
Nuestra condición humana,
nuestro modo de ser, posibilitan está indeterminación. Si nos dejamos arrastrar
por egoísmos, envidias, sensualidades, actuaremos de modo negativo, viviremos
fuera de una buena ética.
En cambio, si nos abrimos a consejos
sensatos, a la luz de la conciencia, a lo que nos indica la razón abierta a
Dios y a las necesidades de nuestros semejantes, viviremos éticamente. Es
decir, pondremos en marcha procesos que promueven el bien y la justicia.
Ese es el gran reto de la
indeterminación humana: poner ante nosotros dos caminos, el del bien y el del
mal, y dejarnos espacio para escoger libremente uno u otro.
Luego, como enseñan autores
como Platón, Aristóteles y otros, según las opciones que tomemos nos haremos
malos o buenos, lo cual no solo es importante, sino decisivo para el mundo
actual y para el mundo que nos espera tras la muerte...