UNA
PIRUETA
La señora pasaba con paso
decidido por el frente de un comercio.
No iba de prisa pero sí sus
pasos denotaban determinación.
Pantalón negro, camisa
blanca y un calzado con aspecto de cómodo.
En un determinado momento un
resbalón, todo su cuerpo realizó un extraño y rápido movimiento.
Caer en ese lugar habría
significado un soberano papelón puesto que con público.
Yo la conozco y aprecio
mucho y sé que su rostro se habría teñido de rojo al instante.
Con una simple pirueta
logró evitar caer al suelo.
Miró su calzado y continuó
su camino como si nada hubiese sucedido.
Yo quedé pensando en la
velocidad de sus reflejos para evitar una caída casi segura.
Con el resbalón se fue de
costado pero el movimiento presto de sus brazos hizo se mantuviese en pié.
Este tiempo de adviento que
estamos comenzando no es otra cosa que un tiempo donde se nos invita a realizar
una rápida pirueta que no haga continuar nuestro camino.
Nos hace tomar conciencia
de nuestros tropiezos pero nos invita a enderezaros y continuar caminando.
Es un tiempo donde no se
nos quiere caídos sino andando.
Es un tiempo donde debemos
asumir que podemos enderezarnos y continuar avanzando.
No es un tiempo para
dejarnos caer sino asumiendo valemos y Dios quiere contar con nosotros.
Es un tiempo donde la vida
nos hace resbalar para que, sin caer, podamos enderezarnos y continuar.
Los resbalones no nos hacen
perder de vista nuestra meta.
Tenemos que tener muy en
claro hacia dónde vamos y nada nos puede impedir seguir avanzando en tal
dirección.
Para evitar la caída no
precisamos de grandes ayudas sino que, muchas veces, son más que suficientes la
agilidad de nuestros reflejos.
Es darnos cuenta que
podemos caer y debemos enderezarnos con un rápido movimiento.
Está en nosotros el
dejarnos caer o el conservar la vertical.
Está en nosotros el perder
de vista nuestra meta o el limitarnos a un resbalón que no impide continuar
andando.
Muchas son las veces que
necesitamos de esa pirueta necesaria.
En oportunidades estamos
distraídos y no atinamos a realizarla y nos vamos de bruces al suelo.
En oportunidades estamos
tan seguros de nosotros mismos que el resbalón nos toma por sorpresa y no nos
da tiempo a nada.
En oportunidades nuestros
reflejos son lo suficientemente agiles que impiden nuestra caída.
En oportunidades por
vergüenza de realizar una pirueta que llame la atención evitamos cualquier
movimiento extraño.
Nuestra meta no es otra que
el dejar que Navidad sea, desde nosotros, para los demás.
Nos resbalamos con el
individualismo de este tiempo o con el materialismo imperante.
Nos pueden impedir llegar a
nuestro destino y realizar nuestro camino.
Siempre estamos a tiempo de
realizar una pirueta necesaria.
Siempre estamos a tiempo de
hacer algo para conservar nuestra vertical.
El objetivo de este tiempo
es más que válido como para no animarnos a realizar esa pirueta necesaria para
llegar a él.
Padre Martin Ponce de Leon, SDB