Dar y recibir consejos
P. Fernando Pascual
14-12-2018
Damos un consejo cuando
creemos que podemos ayudar a otro. Pedimos y recibimos un consejo cuando
notamos la necesidad de más luz antes de tomar ciertas decisiones.
Aconsejar es una de las
actividades humanas más hermosas. Muestra que vivimos en mutua dependencia, y
da cauce a ese deseo tan rico que tenemos de compartir lo que pensamos pueda
servir a los demás.
No siempre es fácil dar con un
buen consejero. A veces nos fiamos de alguien que parece un conocedor y luego
desvela su poca competencia a la hora de responder a nuestras preguntas.
Tampoco es fácil dar consejos.
Quizá porque no nos sentimos preparados, o porque tenemos miedo a equivocarnos,
o porque el otro no nos interpela, o simplemente para no meternos en problemas.
A pesar de las dificultades,
millones de seres humanos piden y reciben consejos, mientras otros millones los
ofrecen. De ese modo, se muestra una rica solidaridad en la búsqueda del saber
que nos permita caminar juntos hacia la verdad.
Después de los consejos dados
y recibidos, ciertamente, cada uno asume sus propias responsabilidades. Nunca
un consejo puede convertirse en excusa para una acción peligrosa, como si todo
fuera imputable al consejero.
Pero con los riesgos propios de
toda actividad humana, la historia de cada uno, la de ciudades e incluso la de
las naciones enteras, sigue adelante con consejeros.
Consejeros que, esperamos,
ofrezcan luz y ayuda antes de tomar decisiones que pueden ser claves para la
vida presente y para nuestro caminar hacia el encuentro eterno y definitivo con
Dios.