Antídoto contra el odio de
grupo
P. Fernando Pascual
21-12-2018
Un odio de grupo surge cuando
se exalta exageradamente una raza, una ideología, una nacionalidad, una lengua,
una cultura, un sexo, una clase social, hasta el punto de llegar al desprecio
de seres humanos considerados como diferentes y hostiles.
El odio de grupo lleva, en sus
formas extremas, a insultar, perseguir, arrestar, asesinar a los declarados
como enemigos del grupo exaltado como bueno. Incluso provoca guerras y ataques
generalizados contra personas inocentes.
Existe un antídoto para
resistir al odio de grupo: considerar que cualquier ser humano tiene una
dignidad intrínseca, independientemente del color de su piel, de su pasaporte
(o ausencia de pasaporte), de sus gustos culturales, de su condición social.
Esa dignidad se desvela de
modo especial en la "cultura del encuentro", tantas veces mencionada
por el Papa Francisco, y que surge desde el deseo sincero de ver en el otro a
un ser humano digno por tener el mismo origen que nosotros y por estar llamado
a la misma meta: el encuentro con Dios.
Por eso, frente a quienes
promueven el odio y el desprecio hacia personas y "colectivos"
simplemente porque se les etiqueta como diferentes y "enemigos de la
causa", la cultura del encuentro tiende puentes, busca diálogo, ofrece
ayuda, reconoce la dignidad humana del otro.
El mundo ha sufrido y sufre
daños enormes por odios transmitidos de padres a hijos o difundidos todavía hoy
por grupos ideológicos que promueven el desprecio hacia millones de personas
por no pertenecer a este o aquel grupo.
Para evitar más sufrimientos,
para ayudar a millones de seres humanos en sus derechos fundamentales, vale la
pena trabajar seriamente para extirpar ideologías de odio y para promover el
verdadero amor a la justicia que surge cuando reconocemos a cualquier ser
humano, desde antes de su nacimiento hasta las últimas etapas de su existencia,
como digno de respeto.