Deliberaciones y decisiones
P. Fernando Pascual
28-12-2018
Antes de tomar una decisión,
hay que pensarlo bien. Por eso son tan valiosas las deliberaciones.
En el libro III de la
"Ética nicomáquea", Aristóteles
profundizaba en este tema, por la importancia que tiene para llegar a buen
puerto.
Una decisión tomada a prisas,
sin atención a los detalles, incluso sin recurrir a consejos cuando fuese
necesario, puede llevar a resultados dañinos para uno mismo y para otros.
Al revés, una decisión tomada
con prudencia, tras una atenta deliberación sobre los medios adecuados y los
aspectos implicados, puede ayudar a alcanzar la meta deseada.
Desde luego, la reflexión
sobre la meta tiene una importancia mayor, pues las deliberaciones se hacen
sobre los medios que llevan a tal meta. Cuando esa meta es intrínsecamente
mala, la deliberación está herida de muerte.
Si nos fijamos en el caso de
quien ha escogido metas buenas, deliberar ayuda no solo a ver los medios
mejores, sino las posibilidades reales de éxito.
El caso típico de quien
delibera si para ir a ver a un amigo usará el metro, el autobús, el coche o la
bicicleta, muestra lo importante que es sopesar los pros y los contras de cada
opción y buscar la más adecuada para cada situación.
Al deliberar resulta también
importante no solo tener en cuenta las propias posibilidades, sino en qué
sentido usar un medio u otro puedan afectar a los demás.
Porque, conviene recordarlo,
no vivimos solos. Estamos rodeados de familiares, amigos, compañeros de trabajo
y conocidos, que son afectados por las decisiones que tomemos.
Y, si miramos a un horizonte
más amplio, también la ciudad, el país, el mundo entero, pueden recibir efectos
positivos o negativos desde la decisión de quien escoge un medio mejor o peor.
Llega la hora de deliberar.
Una meta buena ha llamado la atención de nuestros corazones. Ahora toca buscar
qué camino nos acercará a ella, y en qué manera tal camino será no solo eficaz,
sino también benéfico para todos.